Ofrezco como inicio de la serie ROCÍO Y SAIDA EN 39 COLORES, este capítulo de la serie que pretendo continuar de la colaboración de la cámara de ROCÍO ESCUDERO con SAIDA DEL PINO como modelo y el telón de fondo de mis SUEÑOS EN 39 COLORES.
Lo iniciamos con el SUEÑO EN COLOR ESPERANZA. Que disfruteis soñando en colores...
https://www.facebook.com/MisSuenosEn39Colores/?fref=ts
"Tenías los ojos entornados, me gustaba contemplarte en ese momento,
único e irrepetible en el que, simplemente mirándote a la cara, podía ir
leyendo tus pensamientos como si se tratase de las páginas de un
cuento, mientras reposabas en tu mecedora. Eran ensoñaciones que fluían
con facilidad a través de tu piel, como solo puede hacerlo un arroyo de
aguas mansas y transparentes.
Para ti el mundo, tu mundo,
limitaba sencillamente con las verjas enrejadas de tus sentimientos
mientras que, por sus hierros umbrosos y a modo de cerca, trepaban como
verdes esquejes de hiedra todo el torrente de fantasía que atravesaba tu
alma, hasta tomar cuerpo en esas maravillosas historias, llenas con el
realismo mágico, que siempre mana desde tus entrañas.
Te leía en tu
mirada perdida como dentro de tu mundo, todo se venía a medir por
normas tan tuyas como caprichosas, esas medidas, Sueño, te venían dadas
por los objetos que te rodeaban.
Las luces y las sombras venían a
producir cambios sustanciales en la propia naturaleza de ellos. Las
estanterías de libros quietos, inmóviles durante los periodos de luz,
al oscurecer se abrían, de par en par, para dejar salir a sus personajes
que paseaban libremente y de tu mano por las estancias y salones
llenos de muebles, fotografías y pesados cortinajes, para vivir sus
propias historias de amor, de viajes o de desengaños.
Los
retratos de los cuadros, dormidos durante la noche, se estiraban al
bañarlos la claridad del día, como buscando prolongar su inmóvil
existencia. Algunos se bajaban pesadamente, desde la profundidad de los
lienzos, para pasear luciendo sus bastones y sus leontinas a juego con
brillantes pasadores de oro. Cómo te encantaba escucharlos, a veces, tú
les hablabas para preguntarles por sus vidas y sus historias, historias
que llevaban viviendo ocultas entre las paredes de su mundo desde
muchos mundos antes de que tú nacieses. El espacio de este universo tan
tuyo, de una manera dócil se estiraba, se encogía, agrandaba o
disminuía según tus preferencias, siempre guiadas desde tus variables
humores…
Cuando más perdida estabas en tus propias ensoñaciones,
era el instante feliz en que me acercaba a ti para recorrer desde mis
labios la inmensidad de tu piel de olor único e irrepetible, haciendo
mías tus historias a través de unos poros abiertos a mi curiosidad, como
fuentes de chorros imaginarios. Cuando sentía la cercanía de tu
respiración, intuyendo la proximidad de tus labios, te susurraba
tiernamente…
“Sueño, cuéntame un cuento”
“¿Cómo lo quieres…?”, me preguntabas pereceando desde la profundidad de tus ojos llenos de cercanía.
Yo soñaba con cubiertas de navíos fluviales y mástiles con
banderas amarillas mientras te decía, desde la proximidad de nuestros
cuerpos: “Cuéntame un cuento que nunca jamás le hayas contado a nadie.
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