Tenías los labios trémulos y azulados por la emoción, la
boca redonda y absorbente y los míos decididos a poseerte desde la dulzura
confundida con el deseo. Fue un beso largo, profundo, dominador, dialogante y
entregado. Me reconocí a mi mismo que nunca antes había besado así, con esa
eternidad, con esa pérdida de la noción del tiempo.
Desde la profundidad del beso, noté en mi espalda un estremecimiento, desconocido hasta este momento, y que me recorrió los sentidos haciéndome cerrar los ojos para recrearme en el abandono mutuo de nuestros cuerpos.
Desde la profundidad del beso, noté en mi espalda un estremecimiento, desconocido hasta este momento, y que me recorrió los sentidos haciéndome cerrar los ojos para recrearme en el abandono mutuo de nuestros cuerpos.
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