Con el sol diciendo adiós, nos detuvimos para decirnos también adiós o simplemente hasta luego. Fue el momento en que las mariposas salieron en torbellino a pasear entre los dos rostros que se despedían y que, eliminando espacio físico entre las bocas las hizo rozarse, solo rozarse, hasta que los labios decidieron saludarse alborozados y felices de encontrarse, abrazarse, entregarse y, sobre todo, cerrar los ojos, para llegar al mundo de nunca jamás…
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