La luz
no siempre ofrece la verdad, oculta a noches la presencia y la asombrosa
madreselva de los vínculos.
Ella paseaba visible/invisible por la calle. A veces se sentaba en la
plaza bajo su arco de fuego, ante un jardín de Álope venido del lugar que
guarda lo no dicho.
Isis se esparció con armoniosa belleza cuando dibujó su sonrisa, y le
complicó los rizos en tirabuzones mágicos con que volar el ánimo del cortejo,
la avaricia de un beso.
No existe Tánatos en el cuerpo cuando la miro, o existe plenamente si me
niega la cercanía y yo decaigo.
Deseo verla sin los tules celestes que ocultan sus ojos, y que se
entregue a mí como Perséfone ama la primavera.
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