ODA AL NIÑO MIGUEL
Por entre las calles de la vieja Onuba,
entre sones tristes de la vieja Cuba
o por soleares, rumbas y fandangos
hechos con dulzura y con arrebato
el niño Miguel paseaba su duda,
paseaba tres cuerdas y paseaba el genio;
paseaba la vida, locura y cordura.
Su fiel escenario fue la calle entera;
su fiel auditorio fueron las aceras,
farolas y perros, la ciudad entera,
tantas madrugadas ¡y tantas sirenas!
Lejos de tablaos y de escenarios,
lejos de los focos, de palmas a diario
y entre su gente su cante navega,
cante y toque añejo pa’ aliviar las penas.
Silencio, señores, suena una guitarra,
coja y malherida, pero aún serena.
Silencio, señores, que llega la savia,
que llega la esencia de don Miguel Vega.
Un manojito de versos y un racimo de arpegios
se unieron al llanto, al pasar su féretro,
de toda su gente, de toda su Onuba,
ciudad más sabia y noble por destreza suya.
Ahora Miguel toca en los altos campos
de las nubes blancas con su guitarra de soles.
Y Junto al de Lucía ponen sonrisa en el cielo,
un fandango, una malagueña, cuatro soleares
y toda la armonía.
Alfonso Pedro
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