lunes, 12 de noviembre de 2018

MI CUADERNO DE BITÁCORA. ABU SIMBEL



EGIPTO, tierra enigmática, objeto de mis sueños viajeros durante años, había pasado la Nochevieja de 2.004 a bordo del DIAMONT navegando por el Nilo y estaba programada para el primer día de 2.005 la visita al templo de ABU SIMBEL, lo haríamos atravesando en autocar los 300 kilómetros que lo separan de ASSUAM.

Pese a la fiesta de la noche anterior, salimos a las 4 de la madrugada para tener la oportunidad de presenciar el amanecer en el desierto NUBIO. El viaje duró aproximadamente unas 3 horas, las autoridades egipcias han trazado una pista, ancha y casi recta a través del desierto hasta llegar al mencionado templo de ABU SIMBEL, lo hicimos en caravana siempre precedida y cerrada por vehículos militares como precaución ante eventuales problemas de seguridad.

De mi idolatrada LAWRENCE DE ARABIA recordaba las noches estrelladas del desierto… Y QUE ESPECTÁCULO, miles de estrellas, silencio absoluto (a diferencia de las noches en alta mar) y mi fantasía que me hacía creer que aquella era mi casa desde siempre. ABDEL, el guía, me indicó a preguntas mías, que pocas cosas tan bellas en el mundo como ver amanecer en el desierto NUBIO.  Doy fe de ello…

Tardó un rato en concretarse, primero fue una banda de mil colores que se extendía sobre un horizonte interminable luego, cuando estos colores tomaban formas, otras más luminosas las empujaban hacia el cielo y, de pronto, sin más avisos, comenzó a asomar entre las dunas un disco naranja, difuso primero, radiante más tarde, fundiéndose con un cielo azul, absolutamente limpio de nubes que acabó iluminando todas las gamas inimaginables de colores, suavemente extendidos por la inmensa paleta ocre del desierto, miré el reloj… eran las 5,28 del primer día del año 2.005, si esta era una señal. QUE BUÉN AÑO SERA…


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