“Diez minutos, por favor…”
Diez minutos que nunca respeté. Sabía que si te acompañaba en el regreso
a la realidad con caricias suaves, casi
perdidas, como besos robados por el viento de cualquier esquina, tu cuerpo se
estremecería como un racimo de uvas en septiembre. Sabía que si sentías mis
dedos seguros caminar sobre una piel, la tuya, que conocían por haberla recorrido golosamente durante miles de
kilómetros, experimentarías la misma satisfacción del escenario sobre el que un
bailarín danza sin apenas rozar las tablas.
La delicadeza de la palabra y la imagen, danzan juntas
ResponderEliminarPerfecta descripción querida Ana. Un abrazo amiga
ResponderEliminarGracias Amigo.💜.
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