SUEÑO EN COLOR MARIPOSA
Había
buscado ese nuevo sueño desde la calma del reposo que, a veces, necesitan las
almas como los navíos, después de travesías por paisajes agrestes, mares
revueltos o amores atravesados.
Por
eso cuando te encontré, ahora que ya no te buscaba, cuando te oí sin
escucharte, cuando te miré emborrachado por tus pupilas, cuando sentí que mi
piel se erizaba con ese primer beso con un paisaje de fondo nuevo para los dos,
entendí que había comenzado a soñar y que ya podría cerrar mis ojos.
Nos
habíamos mirado casi sin habernos hablado, nos dimos un abrazo como saludo y
desde el primer instante supimos que nos amaríamos con la fuerza de los amores
que se encuentran en cualquier esquina de unas vidas que son gemelas aún sin
conocerse.
Solo con cerrar los ojos evoco ese momento irrepetible, único y eterno en que nos abrazamos, sin decirnos nada, un instante en que los dos deteníamos nuestros mundos para unirlos en uno solo que disfrutaríamos a partes iguales.
Cogidos
de la mano, rodeados por nuestras miradas cómplices, mis labios acabaron su
recorrido cuando encontraron los tuyos para subirnos juntos en un carrusel que
nos llevase por los caminos de la pasión compartida. Fue tan dulce como el
recuerdo del primer beso, tan emotivo como la primera vez que nos miramos y tan
inolvidable como el descubrimiento de nuestros cuerpos desnudos y tan cercanos
que podíamos sentir cada uno el corazón desbocado del otro.
Detuvimos
el reloj de nuestras vidas para poner en marcha una nueva en común, esa que
habíamos creado fuera del torbellino de los mundos de cada día. Esta era la
NUESTRA, donde podíamos correr desnudos sin temores a miradas curiosas, donde
podíamos acariciarnos sin medida, poseernos sin silencios para juntos, a la vez
y cogidos de nuestras manos enlazadas, embarrancar en el mismo puerto que
atravesábamos descubriendo que el amor placentero se convierte en torbellino de
pasiones cuando los cuerpos enamorados sienten la cercanía del otro.
En
ese alto en el camino de nuestras otras vidas de cada día, vivíamos la nuestra propia
amándonos de mil formas diferentes, nos gustaba sentir la saliva del otro
desbordarse en la única boca que creábamos para los dos. La marea de nuestra pasión
nos inundaba hasta llenar de besos el dulce mapa del cuerpo del otro, de
empaparnos de los sexos confundidos en uno solo, de decirnos mil palabras de
amor mientras el oleaje de la pasión compartida nos llevaba una y otra vez
hasta la orilla con la misma energía de cuando comenzamos a sonreírnos la primera vez. Primera vez… Tantas primeras
veces fueron ese día… Tantas, que recordarlas me hace volver a subir en la
embarcación donde navegar por los sentidos y por los corazones, ya para siempre
inolvidables, de ese día mágico donde nos entregamos mutuamente…
Era
en ese momento cuando, agotados de amarnos, nos deteníamos sin dejar de
abrazarnos, nos sonreíamos, nos mirábamos dulcemente embriagados de amor y me
perdía en esa mirada única, inconfundible, turbia desde la infinita limpieza de
tu adolescencia renovada para decirte…
Sueño…
Cuéntame un cuento…
¿Como
lo quieres? Me preguntabas desde la turbación enamorada de tu cuerpo entregado
a este nuevo amor de otoño con olores de primavera.
Desde
mi nuevo mundo, donde los colores hablaban y los sonidos sonreían, apenas pude
decirte muy cerca mis labios de los tuyos…
“Cuéntame
un cuento que nunca, jamás hayas contado a ninguna otra boca.”
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio