COLABORACIONES. ANTONIA MARÍA PERALTO
ANTONIA MARÍA PERALTO, pintora, ceramista, grabadora, artista en la concepción más amplia de la palabra, inició estas colaboraciones hace ya un par de años. Ahora, saboreando su madurez, vuelve más centrada en la creación literaria, para dejarnos este precioso relato lleno de vida y de sentimientos titulado RESURGIR. Gracias Antonia.
Se apagaba como un pabilo pequeño que
muere ahogado en su propia esencia, la vida se le escapaba como bandada de
pájaros en estampida tras una tormenta de otoño, perdía la color, el vigor,
languidecía. Yo la miraba con cariño, la mimaba, la hidrataba, pero siempre me
opuse al ensañamiento terapéutico que hubieran supuesto otros tratamientos,
trasplantes, vitaminas. Le quedaba poco, lo suyo era como esas puestas de sol,
en la que intentamos detener la bola roja con la mano, hasta que
inexorablemente se hunde en el horizonte, sucumbiendo al ocaso.
Cuando marchaba de vacaciones, miraba por
última vez sus extremidades lánguidas, reducidas al mínimo volumen y mi
estómago se daba la vuelta como un calcetín viejo mientras pensaba, ya no
estarás aquí a mi regreso y entonces dejarás de ser un nexo de unión con el
pasado.
El tiempo pasaba con sus telas de araña
envolviéndolo todo, pero no era suficiente para tapar aquella agonía que duraba
demasiado, como un oscuro callejón triste y maloliente.
A la vuelta de un viaje, note algunos cambios, signos de
lozanía, el color brilló de nuevo, sus miembros parecían recuperar el vigor… A partir de ese momento me dediqué a cuidarla
con más ahínco que nunca, al cabo de unos meses, sus hojas eran verdes,
brillantes, hermosas, como una mina de esmeraldas, sus ramas se extendían y reptaban como brazos
voluptuosos de amantes lujuriosos, se engrosó más y más y pronto trepó por la
guía hasta desbordarse, como caudal incontenible de fuente cantora.
Mi querida maceta de poto era una herencia
de la tía Juana, ella era ingenua, con
aire de despiste, como el hada buena y un poco boba de los cuentos antiguos.
Siempre estaba ahí donde hacia falta, incluso se atrevía a intermediar con mi
madre para que dejara hacer algo a mi padre y a eso le llamo yo valor
reconocido.
¿Casualidad? No creo en ellas, pero si creo en
un toque de tu varita mágica para llamar mi
atención, lo he pensado mucho y quizás quieras contarme algo de ti, creo
que conozco casi todo, triste, muy triste. Te jodieron bien la vida, te
espantaron al novio de siempre, tú te quedaste a cuidar a la madre y después
sola, bueno no del todo, tenías tú piano y dabas clases a señoritas cursi, con
madres aún más cúrsiles y abuelas hipercúrsiles, que hablaban cursiladas
cuando iban a recoger a las señoritas educantes. Conmigo no lo intentaste, tú oído era tan
experto que desde el principio sabías que no conseguirías nada, y sin embargo
yo te pedía, una y otra vez, que tocaras, Rumores
de la caleta, en las tardes soporíferas del verano. Mi mente trabajaba tan bien las imágenes que me inspiraba la
música que, lejos venir el sueño, daba nuevos bríos, era mucho más efectivo
cuando me leías El Quijote, como las
imágenes eran más tristes, al final me ensopaba en un sueño sestero, que
supongo te daría algo de margen para descansar un rato de mi hiperactividad.
¿Fuiste feliz? No lo se, nunca nadie te
oyó quejarte ¿Conociste el amor? espero que fuera de ese que hace cosquillas en
la boca del estómago, como la primea copa de champán que tomamos un día de fin
de año, que suena como agua de fuente oculta en jardines antiguos, que huele a
bizcocho en el horno y luce como puntos de luz igual que esos que vemos cuando
el sol nos deslumbra al volver una esquina. Después de terminar con tú novio,
no dejaste que se te acercara ningún hombre, no se si por miedo a conocer a
otro o por que conocías demasiado al que se fue.
Era un noviazgo serio de tiempo. Recuerdo
una visita de la que iba ha ser tú suegra, todo lo había hecho la niña, según
la abuela, el mantel, los dulces y menos
mal que no tomaron licores o de lo contrario, también lo podrías haber destilado tú. .
Alguien, cuando ya se hablaba de boda,
decidió por ti que no te convenía aquel novio, al cual la familia le puso un
apodo no muy favorecedor.
Un coche asesino, te llevó al limbo de
los justos, como tú siempre habrías deseado, sin dar la lata a nadie.
Tengo un retrato tuyo, de los años cuarenta,
en el salón, lo miro y veo tú cara ingenua con facciones algo orientales y te
espeto ¡vale! Si era esto lo que querías aquí está tu historia, resumida, pero
tú eras minimalista como se lleva ahora.
Te prometo que no dejaré de mirar todos los
días a la calidez de la puesta del sol, por si veo un cortejo de justos que con
sus galas de domingo, se dirigen, entre los jirones rosa y violeta de las nubes a escuchar un bello concierto que termina con “Rumores de
la caleta”. Tenderé los brazos en un vano intento de detener al sol, para que
mientras alumbre pueda seguir pidiendo que bises la última pieza hasta el
infinito.
A mi tía Juana, donde quiera que estés...
A mi tía Juana, donde quiera que estés...
2 comentarios:
Juanita estará orgullosa de leer estas letras...
La verdad es que es emocionante leerlo, de seguro que la autora quería mucho a Juana que, donde quiera que esté, le habrá sonreido.
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