martes, 7 de octubre de 2014

COLABORACIONES. ANTONIA MARÍA PERALTO

ANTONIA MARÍA PERALTO, pintora, ceramista, grabadora, artista en la concepción más amplia de la palabra, inició estas colaboraciones hace ya un par de años. Ahora, saboreando su madurez, vuelve más centrada en la creación literaria,  para dejarnos este precioso relato lleno de vida y de sentimientos titulado RESURGIR. Gracias Antonia.





     Se apagaba como un pabilo pequeño que muere ahogado en su propia esencia, la vida se le escapaba como bandada de pájaros en estampida tras una tormenta de otoño, perdía la color, el vigor, languidecía. Yo la miraba con cariño, la mimaba, la hidrataba, pero siempre me opuse al ensañamiento terapéutico que hubieran supuesto otros tratamientos, trasplantes, vitaminas. Le quedaba poco, lo suyo era como esas puestas de sol, en la que intentamos detener la bola roja con la mano, hasta que inexorablemente se hunde en el horizonte, sucumbiendo al ocaso.

    Cuando marchaba de vacaciones, miraba por última vez sus extremidades lánguidas, reducidas al mínimo volumen y mi estómago se daba la vuelta como un calcetín viejo mientras pensaba, ya no estarás aquí a mi regreso y entonces dejarás de ser un nexo de unión con el pasado.

     El tiempo pasaba con sus telas de araña envolviéndolo todo, pero no era suficiente para tapar aquella agonía que duraba demasiado, como un oscuro callejón triste y maloliente.

     A la vuelta de un  viaje, note algunos cambios, signos de lozanía, el color brilló de nuevo, sus miembros parecían recuperar el vigor…  A partir de ese momento me dediqué a cuidarla con más ahínco que nunca, al cabo de unos meses, sus hojas eran verdes, brillantes, hermosas, como una mina de esmeraldas,  sus ramas se extendían y reptaban como brazos voluptuosos de amantes lujuriosos, se engrosó más y más y pronto trepó por la guía hasta desbordarse, como caudal incontenible de fuente cantora.

     Mi querida maceta de poto era una herencia  de la tía Juana, ella era ingenua, con aire de despiste, como el hada buena y un poco boba de los cuentos antiguos. Siempre estaba ahí donde hacia falta, incluso se atrevía a intermediar con mi madre para que dejara hacer algo a mi padre y a eso le llamo yo valor reconocido.

    ¿Casualidad? No creo en ellas, pero si creo en un toque de tu varita mágica para llamar mi  atención, lo he pensado mucho y quizás quieras contarme algo de ti, creo que conozco casi todo, triste, muy triste. Te jodieron bien la vida, te espantaron al novio de siempre, tú te quedaste a cuidar a la madre y después sola, bueno no del todo, tenías tú piano y dabas clases a señoritas cursi, con madres aún más cúrsiles  y  abuelas hipercúrsiles, que hablaban cursiladas cuando iban a recoger a las señoritas educantes.   Conmigo no lo intentaste, tú oído era tan experto que desde el principio sabías que no conseguirías nada, y sin embargo yo te pedía, una y otra vez, que tocaras, Rumores de la caleta, en las tardes soporíferas del verano. Mi mente trabajaba  tan bien las imágenes que me inspiraba la música que, lejos venir el sueño, daba nuevos bríos, era mucho más efectivo cuando me leías El Quijote, como las imágenes eran más tristes, al final me ensopaba en un sueño sestero, que supongo te daría algo de margen para descansar un rato de mi hiperactividad.

     ¿Fuiste feliz? No lo se, nunca nadie te oyó quejarte ¿Conociste el amor? espero que fuera de ese que hace cosquillas en la boca del estómago, como la primea copa de champán que tomamos un día de fin de año, que suena como agua de fuente oculta en jardines antiguos, que huele a bizcocho en el horno y luce como puntos de luz igual que esos que vemos cuando el sol nos deslumbra al volver una esquina. Después de terminar con tú novio, no dejaste que se te acercara ningún hombre, no se si por miedo a conocer a otro o por que conocías demasiado al que se fue.

      Era un noviazgo serio de tiempo. Recuerdo una visita de la que iba ha ser tú suegra, todo lo había hecho la niña, según la abuela,  el mantel, los dulces y menos mal que no tomaron licores o de lo contrario, también lo podrías haber  destilado tú. .

      Alguien, cuando ya se hablaba de boda, decidió por ti que no te convenía aquel novio, al cual la familia le puso un apodo no muy favorecedor.

      Un coche asesino, te llevó al limbo de los justos, como tú siempre habrías deseado, sin dar la lata a nadie.

   Tengo un retrato tuyo, de los años cuarenta, en el salón, lo miro y veo tú cara ingenua con facciones algo orientales y te espeto ¡vale! Si era esto lo que querías aquí está tu historia, resumida, pero tú eras minimalista como se lleva ahora.

   Te prometo que no dejaré de mirar todos los días a la calidez de la puesta del sol, por si veo un cortejo de justos que con sus galas de domingo, se dirigen, entre los jirones rosa y violeta de  las nubes a escuchar  un bello concierto que termina con “Rumores de la caleta”. Tenderé los brazos en un vano intento de detener al sol, para que mientras alumbre pueda seguir pidiendo que bises la última pieza hasta el infinito.

A mi tía Juana, donde quiera que estés...

2 comentarios:

Anonymous Diego ha dicho...

Juanita estará orgullosa de leer estas letras...

7 de octubre de 2014, 22:55  
Anonymous Anonima ha dicho...

La verdad es que es emocionante leerlo, de seguro que la autora quería mucho a Juana que, donde quiera que esté, le habrá sonreido.

9 de octubre de 2014, 19:29  

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