HOJAS SUELTAS. JUAN
Retomo mis HOJAS SUELTAS con un personaje que conocí mientras hacía mi servicio militar en la batería del Picacho. Hace más de 40 años de esta historia y si cierro los ojos veo perfectamente a JUAN en la cantina de la Hilaria o en casa de mi tío Valeriano en el Faro. La magnífica foto es de Manuel González Flores y quiero con ella representar la soledad que emanaba el personaje.
Quiero
dedicar esta Hoja Suelta a mi querido amigo Pedro Rodríguez, pintor de
Moguer, grande como artista y como persona y que también vivió
experiencias en ese mismo Faro.
JUAN
Juan…
Juan el “mala jacha” le decían y añadían que era un infeliz, un
desgraciado, un borrachín Pero para mí, Juan era un hombre al que, si acaso entre
los demás y la vida, habíamos hecho un pobre hombre, aunque infeliz,
desgraciado o pobre… en definitiva un hombre.
Cada mañana Juan iba al tajo, porque Juan
era albañil, envuelto en su pelliza vieja y raída, marchaba a la obra casi sin
lavarse, sin ninguna despedida y sin ninguna taza de café. Al atardecer,
volvía del tajo hasta la cantina con su barba mísera, su gorra negra de
socialista viejo que ni tan siquiera sabe que es socialista, como tampoco sabía
leer, ni sabía lo que era el calor de la compañía de una mujer.
Yo apreciaba a Juan. Lo invitaba a un vaso de vino de Moguer en la
cantina de La Hilaria y, a veces, compartía su mesa cuando, con el
agradecimiento que tienen en su mirada los solitarios, algunos sábados al
regreso de la obra, con su mísero jornal a cuestas, quería que le acompañase
mientras comía…
En las noches de invierno se sentaba en el
faro en casa de mi tía María, cerca del fuego y cerca de mí y entre restallar
de leños y en sus pocas palabras, me daba involuntarias lecciones de la amarga asignatura
de la vida…
Juan murió solo, igual que había vivido, faltaba
al tajo, quizás en eso lo notaron, en que su faena no avanzaba, fueron al
bunker abandonado de la playa donde vivía…
Y allí estaba en su miserable jergón, con toda su miserable muerte a
cuestas.
Yo aquella noche tomé algunos vasos de más
en la esquina donde solía sentarse en La Hilaria. Y volví triste hasta la
batería, envuelto con el silencioso rumor de la compañía del viejo amigo a
quién nadie notaría a faltar…
Domingo, 24 de Febrero de 2.008
(sobre una idea de otro domingo 31 Octubre de 1976)
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