HOJAS SUELTAS. LA VIEJA MORERA
Hace meses publiqué una de mis HOJAS SUELTAS, recordaba a mi vieja amiga LA MORERA que, delante del faro de El Picacho, había sido compañera de mis sueños, mis fantasías, mis miedos y mis ilusiones.
Las redes sociales hicieron que, al leerlo, dos hijos del entonces farero, Don Rufino, Paco y Carmen me contactasen al leer esa publicación. EL FARO también había sido su refugio de niñez y les despertó la nostalgia que nos ha llevado a mantener esta relación arropada por recuerdos mutuos.
Os dejo lo que yo había escrito de mi vieja morera hace 40 años...
"Cerca del faro, una sola morera, vieja y rotunda, pone la sombra fresca de su verde oscuro en el camino pedregoso que, bajando a la playa, se deja ver entre el molino y la alberca.
Las redes sociales hicieron que, al leerlo, dos hijos del entonces farero, Don Rufino, Paco y Carmen me contactasen al leer esa publicación. EL FARO también había sido su refugio de niñez y les despertó la nostalgia que nos ha llevado a mantener esta relación arropada por recuerdos mutuos.
Os dejo lo que yo había escrito de mi vieja morera hace 40 años...
"Cerca del faro, una sola morera, vieja y rotunda, pone la sombra fresca de su verde oscuro en el camino pedregoso que, bajando a la playa, se deja ver entre el molino y la alberca.
La palabra
rotunda le cuadra como al infinito, como al mar o como a la soledad… Yo la veía, verano tras verano,
embarrancando despaciosa en la playa de la vejez y sentado bajo ella, cubierto
por sus hojas, abundantes y frescas, pasadas de sol y de humedad, aprendí a
conocerme y a ser yo mismo.
Cuando en
las llegadas al faro, la acariciaba con predilección mal disimulada. Sus ramas,
vencidas por el peso del fruto, me traían el verso a mi alma y la compañía a mi
corazón.
Pasados los años, a veces, se me
presenta en horas de soledad, más generosa y más humana que nunca, para
llamarme a descansar a la paz de su presencia, como el término dulce y deseado
a mi viaje por la vida…"
Hoy, lleno de tristeza, contemplo la fotografía que me manda Paco Hernando de hace unos días, seca, solitaria -como siempre- sin colores, sin vida, con la tristeza de la muerte a cuestas.
Me ha emocionado y una inmensa tristeza me ha llenado el alma y los sentidos. Mi vieja morera se ha ido sin decirme adios o, mejor dicho, sin que yo le hay dicho adios y con ella se van muchos recuerdos, muchas confesiones, muchas charlas y muchas compañías del alma, porque no me cabe duda que mi morera tenía alma, un alma sensible, cercana y familiar que, estoy seguro, me esperará en el jardín de otra vida.
Siempre estarás en mi corazón vieja amiga. DEP.
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