viernes, 7 de julio de 2017

MI CUADERNO DE BITÁCORA. LOS ALPES





         Cuantas fantasías de mis viejos cuentos infantiles se desperezan en mi memoria cuando evoco mi viaje por LOS  ALPES.  Casitas de madera cubiertas de flores, paisajes inmensamente verdes, carreteras serpenteantes en la seguridad de que tras cada curva te encontrarás una nueva postal como un regalo a tus sentidos.

         Entre mis recuerdos inolvidables, un pequeño pueblecito suizo LUCERNA, una joya de la naturaleza, situado cerca del Lago de los 4 Cantones y junto al nacimiento del río Reuss.  La sensación, al comenzar a caminar por sus calles, es haber retrocedido años en el tiempo, para poder entrar en una dimensión de silencios del agua, como me gusta decir cuando es su sonido el que cubre nuestra presencia.  Sin duda que el líquido elemento es el encargado de la belleza de este idílico pueblecito perdido entre montañas.

         El río Reuss, está atravesado por dos puentes de madera, singularmente coquetos e intimistas, los dos cubiertos por techumbres de madera. El puente CAPILLA del siglo XIV, unos 200 metros de largo, con su techo cubierto de pinturas que recrean la propia historia de la ciudad y, en su centro, la impresionante TORRE DEL AGUA, un placer impagable pasear bajo sus techos,  volcados sobre la impresionante corrientes del río dirigida desde el dique de LAS AGUJAS y surcado por intrépidos bañistas en inmensos flotadores como práctica de un deporte excesivamente arriesgado.  El otro puente llamado de LOS MOLINOS tiene un inconfundible y encantador sabor a entrañable y cercana vejez. Definitivamente,  espectaculares en su propio intimismo.

         La ciudad tiene el complemento de sus plazas, un concepto diferente de las nuestras del sur, están rodeadas de espléndidos edificios de imponentes muestras arquitectónicas con sus indispensables  fuentes que, rodeadas de amplísimas y altas vegetaciones en forma de árboles y setos, siguen aportando la presencia liquida a la ciudad. Las plazas del CIERVO, LOS MOLINOS y LA DEL VINO, realmente espectacular en sus edificios, conforman las más céntricas que nos acompañan mientras paseamos entre postales urbanas.

       Si hermoso es este pequeño pueblecito suizo, pasar al relativamente cercano SALZBURGO, ya en Austria, es definitivamente entrar en el medievo, la ciudad que toma su nombre del río que la divide amorosamente en dos partes, el RIO SALZACH o de LA SAL es una sucesión de monumentos, fuentes, jardines que el río alegre y vigoroso parte en dos, recuerdo como cada tarde el paseo que hacíamos por sus riberas para pasar a la zona monumental era un verdadera delicia.  La ciudad está rodeada por dos inmensos bosques: MONCHSBERG y KAPUZINERBERG que le sirven de pulmones vedes. En la zona, digamos conservada con parámetros más clásicos, se encuentra el mirador de la fortaleza de HOHENSALZBURGO, con una altura de 120 metros, en mis anécdotas una partida de ajedrez, con figuras humanas, que se jugaba en la plaza a la que se asoma la muralla, el espectáculo de contemplarlo desde esa atalaya privilegiada y la vista general con ese típico verde de los campanarios y torres de aguja tan centroeuropeos, es como un calmante para revitalizar las sensaciones visuales ya cansadas de tanta belleza.

       Por su centro la CASA DE MOZART, una enorme y larga bandera austríaca bajaba por la fachada en la fecha que la visité, se encuentra rodeada por un mercadillo precioso de artesanías, manualidades, objetos típicos y los célebres caramelos, bombones y licores con el nombre del compositor.   Una curiosidad, en un edificio cuyo nombre lamento no recordar, estaba de moda celebrar bodas múltiples de japoneses, perfectamente vestidos para la ocasión y con esa extraña cara de felicidad que adoptan los nipones lejos de su tierra.

        Y un recuerdo final para dos queridos amigos que me acompañaban en ese magnífico viaje por Alemania, Suiza y Austria: Santiago Cotán y Salvador Gómez  desgraciadamente desaparecidos. Una abrazo amigos.


        

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