MI CUADERNO DE BITÁCORA. LOS ALPES
Cuantas fantasías de
mis viejos cuentos infantiles se desperezan en mi memoria cuando evoco mi viaje
por LOS ALPES. Casitas de madera cubiertas de flores,
paisajes inmensamente verdes, carreteras serpenteantes en la seguridad de que
tras cada curva te encontrarás una nueva postal como un regalo a tus sentidos.
Entre mis recuerdos inolvidables, un
pequeño pueblecito suizo LUCERNA, una joya de la naturaleza, situado cerca del
Lago de los 4 Cantones y junto al nacimiento del río Reuss. La sensación, al comenzar a caminar por sus
calles, es haber retrocedido años en el tiempo, para poder entrar en una
dimensión de silencios del agua, como me gusta decir cuando es su sonido el que
cubre nuestra presencia. Sin duda que el
líquido elemento es el encargado de la belleza de este idílico pueblecito
perdido entre montañas.
El río Reuss, está atravesado por dos
puentes de madera, singularmente coquetos e intimistas, los dos cubiertos por
techumbres de madera. El puente CAPILLA del siglo XIV, unos 200 metros de largo,
con su techo cubierto de pinturas que recrean la propia historia de la ciudad
y, en su centro, la impresionante TORRE DEL AGUA, un placer impagable pasear
bajo sus techos, volcados sobre la impresionante
corrientes del río dirigida desde el dique de LAS AGUJAS y surcado por
intrépidos bañistas en inmensos flotadores como práctica de un deporte
excesivamente arriesgado. El otro puente
llamado de LOS MOLINOS tiene un inconfundible y encantador sabor a entrañable y
cercana vejez. Definitivamente,
espectaculares en su propio intimismo.
La ciudad tiene el complemento de sus
plazas, un concepto diferente de las nuestras del sur, están rodeadas de
espléndidos edificios de imponentes muestras arquitectónicas con sus
indispensables fuentes que, rodeadas de
amplísimas y altas vegetaciones en forma de árboles y setos, siguen aportando la
presencia liquida a la ciudad. Las plazas del CIERVO, LOS MOLINOS y LA
DEL VINO, realmente espectacular en sus
edificios, conforman las más céntricas que nos acompañan mientras paseamos
entre postales urbanas.
Si hermoso es este pequeño pueblecito
suizo, pasar al relativamente cercano SALZBURGO, ya en Austria, es
definitivamente entrar en el medievo, la ciudad que toma su nombre del río que
la divide amorosamente en dos partes, el RIO SALZACH o de LA SAL es una sucesión de
monumentos, fuentes, jardines que el río alegre y vigoroso parte en dos, recuerdo
como cada tarde el paseo que hacíamos por sus riberas para pasar a la zona
monumental era un verdadera delicia. La
ciudad está rodeada por dos inmensos bosques: MONCHSBERG y KAPUZINERBERG que le
sirven de pulmones vedes. En la zona, digamos conservada con parámetros más
clásicos, se encuentra el mirador de la fortaleza de HOHENSALZBURGO, con una
altura de 120 metros, en mis anécdotas una partida de ajedrez, con figuras
humanas, que se jugaba en la plaza a la que se asoma la muralla, el espectáculo de
contemplarlo desde esa atalaya privilegiada y la vista general con ese típico
verde de los campanarios y torres de aguja tan centroeuropeos, es como un
calmante para revitalizar las sensaciones visuales ya cansadas de tanta
belleza.
Por su centro la
CASA DE MOZART, una enorme y larga bandera
austríaca bajaba por la fachada en la fecha que la visité, se encuentra rodeada
por un mercadillo precioso de artesanías, manualidades, objetos típicos y los
célebres caramelos, bombones y licores con el nombre del compositor. Una curiosidad, en un edificio cuyo nombre
lamento no recordar, estaba de moda celebrar bodas múltiples de japoneses,
perfectamente vestidos para la ocasión y con esa extraña cara de felicidad que
adoptan los nipones lejos de su tierra.
Y un recuerdo final para dos queridos
amigos que me acompañaban en ese magnífico viaje por Alemania, Suiza y Austria:
Santiago Cotán y Salvador Gómez
desgraciadamente desaparecidos. Una abrazo amigos.
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