CENICITO
Desde la grandeza de su pluma, mi querida amiga la escritora canaria Felicidad Batista, deja en su blog "Buenos Aires 1929 Café Literario" unas emotivas letras dedicadas a CENICITO el gato de su madre. Están tan reboantes de humanidad y de ternura que, con su permiso, me he permitido dejarla en mis esquinas en rosa y amarillo para deleite de los corazones sensibles.
Se llamaba Cenicito y era el gato de mamá. Tenía el color
del humo en la Noche de San Juan. Sus pasos parecían flotar sobre la hierba y
su cuerpo era de una levedad elegante. Cuando miraba, desde sus ojos
esmeralda y musgo de invierno, buscaba palabras. Esa voz que lo anclara a la
casa, al jardín, a la siesta tranquila bajo los rosales. Cuando mamá enfermó,
él se apostaba en la ventana a la espera de una puerta abierta para entrar. Y
trepaba a su cama y, como el mejor artista del Circo del Sol, desplegaba todo
su repertorio de piruetas, doble saltos, volteretas …, hasta que mamá
sonreía.
Cuando ella se fue, como nosotros, la buscaba incesante,
entre maullidos y mirada desesperada. Se volvió bohemio y callejero. Pero
siempre que yo regresaba a la casa familiar, él me esperaba detrás de la
cancela o sentado sobre un muro en pose de modelo de calendario gatuno. Se
desperezaba, saltaba, y me regalaba algunas de sus contorsiones, no tantas y ni
tan variadas como las que le hacía a mamá, pero sentía su alegre bienvenida.
Después, como un espectador de un partido de tenis, se apostaba en una posición
estratégica, desde la que seguía las conversaciones familiares. Y antes de
marcharse, posaba sus manos sobre mi muslo, levantaba la cabeza, me miraba a
los ojos, y emitía un maullido casi inaudible. Era su manera de decirme lo
contento que estaba por verme.
En el verano de 2017 su salud se resintió y pronto supimos
que padecía leucemia. Las radiografías pusieron al descubierto los numerosos
balines que recorrían su cuerpo. Salvajada perpetrada por algún depredador
inhumano. Sus ojos de monte verde se volvieron una desconsolada despedida.
Regresar a la casa familiar era para mi un continuo sobresalto. Temía no
ver su figura mullida sobre el muro. Octubre, otoño descarnado, fue su último
mes. Se marchó el 20, curiosamente el mismo día del cumpleaños de mamá.
Ha transcurrido casi un año y, en todo este tiempo, no he
sabido despedirme del Cenicito. Ni escribirle unas palabras, esas que tanto le
gustaba escuchar. Ahora, algunas noches, miro al cielo. Y cuando veo pasar una
brizna de nube gris cerca de una estrella, imagino que es el Cenicito con sus
cabriolas ante la sonrisa de mamá.
2 comentarios:
Muchas gracias, Diego.
Emocionada que este homenaje a un gato muy especial para mi familia y para mi, el Cenicito, comparta tu blog. Un honor.
Todo mi agradecimiento, querido amigo.
Un abrazo grande y cercano.
Un honor para el blog tu presencia querida amiga.
Mi abrazo más cercano.
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