SUEÑOS...
El retazo de un sueño perdido entre las brumas de los recuerdos...
Hay mañanas, cuando amanece en mis sentimientos, que presiento
que algo o alguien va a cambiar mis cartas de navegar en ese día. Eso sucede en
el momento en que mis sentidos se abren al pasar de los pájaros, al
desperezarse de las flores o al sentir la intensidad del viento en mi piel.
Esa tarde nos cruzamos en el escenario inanimado de arenas de
una playa en silencio con el telón de fondo de un mar tremendamente calmoso
desde su azul sin límites ni fronteras.
Nos miramos y fue la primera vez desde que la veía pasear que nos
sentimos solos en la cercanía de su mirada, mientras robaba una y otra vez los
pliegues de la mía.
Hablamos rodeados de la extraña soledad que proporciona la
cercanía del mar, cruzamos cada uno por los caminos del otro, llevados por unas
palabras que nacían solas y que, en cada frase, nos acercaba como si la
presencia silenciosa de la brisa marina nos atrapase irremisiblemente.
Entonces todavía no sabíamos que estábamos ocupando cada uno un
espacio dentro del otro, que cada palabra, cada gesto, cada sonrisa era un paso
más en el caminar por los rincones compartidos, de modo y manera que lográsemos
en horas lo que a veces otras almas tardan años o, simplemente, no lo consiguen
nunca.
En el regreso seguimos caminando por la senda que nacía justo
delante de los dos para, sin advertirlo, llevarnos a un punto de unión de
sueños.
Con el sol diciendo adiós, nos detuvimos para decirnos también
adiós o simplemente hasta luego. Fue el momento en que las mariposas salieron
en torbellino a pasear entre los dos rostros que se despedían y que, eliminando
espacio físico entre las bocas las hizo rozarse, solo rozarse, hasta que los
labios decidieron saludarse alborozados y felices de encontrarse, abrazarse,
entregarse y, sobre todo, cerrar los ojos, para llegar al mundo de nunca jamás…
Fue entonces cuando sintiendo nuestra propia bandera amarilla me
dijiste…
Quiero que me escribas un sueño solo para mí y que me lo leas en
cercana soledad para escucharlo desde esa misma boca que acabo de besar.
Me miraste, sonreíste y me dijiste con una voz suave, casi
perdida en una inmensa marea de emociones desconocidas…
“Te dejaré que me lo leas en soledad mientras contemplas la
desnudez de mi cuerpo erizado con tu voz y tus palabras…”
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