domingo, 4 de octubre de 2020

MI CUADERNO DE BITÁCORA 9 - ISRAEL

Continúo recordando relatos de mi diario viajero CUADERNO DE BITÁCORA escrito durante los días del confinamiento. Que sus páginas nos sirvan para, con el pensamiento, salir de las mismas paredes donde llevamos 44 días sin pisar la calle.


Comencé mi visita a Israel por Jerusalén, contemplando las cúpulas de sus mezquitas, desde la perspectiva de la colina sobre el cementerio judío, junto al Huerto de los Olivos, donde escuché el silencioso rumor de sus ramas, como lo haría Jesús la noche de su prendimiento, de entrar a la ciudad por la misma puerta –San Esteban- por la que pasó en un borriquillo entre palmas y olivos, de recorrer la Vía Dolorosa, entre los mismos puestos de mercaderes que hace 2.000 años lo contemplaron en su subida hasta el Calvario, de orar en Belén, meditar ante el Muro de las Lamentaciones, escuchar la sonoridad del silencio del Monte de las Bienaventuranzas y la quietud de la travesía por el Mar de Tiberiades, de que renovase mi bautismo en el Jordán y mis votos matrimoniales con Antonia María en la iglesia de Caná de Galilea.

Recorrí el desierto de Judea, sintiendo el infierno bíblico de su entorno, para refrescarme en el oasis de la ciudad más vieja del mundo: Jericó, perderme entre los restos de sus murallas derruidas a golpe de trompetas y visitar las excavaciones de Qumram, bañarme flotando, curiosa experiencia, en el mar Muerto. En la despedida subir hasta el Monte Carmelo en Haifa y ver varado en su puerto al buque Éxodus, símbolo del regreso de la diáspora del pueblo judío hasta su tierra. Una gran experiencia.



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