HOJAS SUELTAS. AMANECER EN EL FARO
A la vista del éxito de comentarios y visitas que han tenido mis anteriores publicaciones sobre mis vivencias en el faro del Picacho junto a mi querida abuela Milagros, mis tíos y prim@s os dejo estas impresiones de mi primer amanecer en el faro en cada visita.
X.- AMANECER EN EL FARO
La primera mañana
todo tenía un sabor distinto, aún
quedaban las últimas gotas de rocío cuando marchaba con Curro hasta la higuera
que crecía junto al molino, en el camino de la bajada a la playa,
tocaba los higos con amorosa torpeza, para ver de alcanzar los más
maduros que luego me comía camino de la alberca… pequeña, encalada y para mí,
llena del misterio que me producen las aguas oscuras.
Después de la
comida marchaba, involuntariamente seguido por Sultán, hasta el huerto de mi
tío Valeriano, antes me detenía despacioso, contagiado por el sopor de la hora, en la
cañada de la batería, con su herrumbre perpetua, aspirando el frescor líquido
del pequeño arroyo, luego seguía, con el perro correteando tras de mí, para enfrascarme
en la humilde tarea de sentirme útil, viviendo el inocente trabajo de la
recogida de tomates.
En el atardecer,
sentado bajo un cielo preñado de estrellas que se insinúan con tímidos guiños,
escucho por enésima vez, de labios de la abuela Milagros, la historia del
bombardeo del “Cervantes” y la voladura, precisamente la noche de Santa
Bárbara, del polvorín de la batería…
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio