viernes, 24 de julio de 2015

HOJAS SUELTAS. AMANECER EN EL FARO

A la vista del éxito de comentarios y visitas que han tenido mis anteriores publicaciones sobre mis vivencias  en el faro del Picacho junto a mi querida abuela Milagros, mis tíos y prim@s os dejo estas impresiones de mi primer amanecer en el faro en cada visita.



                                                     X.- AMANECER EN EL FARO


                              La primera mañana todo tenía un sabor distinto, aún quedaban las últimas gotas de rocío cuando marchaba con Curro hasta la higuera que crecía junto al molino, en el camino de la bajada a  la playa, tocaba los higos con amorosa torpeza, para ver de alcanzar los más maduros que luego me comía camino de la alberca… pequeña, encalada y para mí, llena del misterio que me producen las aguas oscuras.


                             Después de la comida marchaba, involuntariamente seguido por Sultán, hasta el huerto de mi tío Valeriano, antes me detenía despacioso, contagiado por el sopor de la hora, en la cañada de la batería, con su herrumbre perpetua, aspirando el frescor líquido del pequeño arroyo, luego seguía, con el perro correteando tras de mí, para enfrascarme en la humilde tarea de sentirme útil, viviendo el inocente trabajo de la recogida de tomates.


                             En el atardecer, sentado bajo un cielo preñado de estrellas que se insinúan con tímidos guiños, escucho por enésima vez, de labios de la abuela Milagros, la historia del bombardeo del “Cervantes” y la voladura, precisamente la noche de Santa Bárbara, del polvorín de la batería…

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