HOJAS SUELTAS. LA MORERA
Hace un par de día os regalé una de mis HOJAS SUELTAS referida a mis viajes al Faro del Picacho donde vivía mi inolvidable abuela Milagros.
Un grandísimo personaje, como hombre y como pintor, mi querido amigo, gloria de Moguer su pueblo, Pedro Rodríguez me mostró su sensibilidad refiriéndose a mis letras, paridas hace más de 30 años y se referia a LA MORERA, no sabe bien Pedro que la morera era mi debilidad y mi confesor.
Hoy triste y aburrida, sin duda añorando el mar de pinos que la ahogaba en el altozano frente al mar, rodeada por bloques de cemento, con toda seguridad que recordará mis tardes en soledad sentado a su sombra, regalándole mis sueños juveniles.
La foto ya recoge el inicio de su declive con hilos de tristeza colgando de sus ramas vencidas por los años.
Un grandísimo personaje, como hombre y como pintor, mi querido amigo, gloria de Moguer su pueblo, Pedro Rodríguez me mostró su sensibilidad refiriéndose a mis letras, paridas hace más de 30 años y se referia a LA MORERA, no sabe bien Pedro que la morera era mi debilidad y mi confesor.
Hoy triste y aburrida, sin duda añorando el mar de pinos que la ahogaba en el altozano frente al mar, rodeada por bloques de cemento, con toda seguridad que recordará mis tardes en soledad sentado a su sombra, regalándole mis sueños juveniles.
La foto ya recoge el inicio de su declive con hilos de tristeza colgando de sus ramas vencidas por los años.
XI.- LA MORERA
Cerca del
faro, una sola morera, vieja y rotunda, pone la sombra fresca de su verde
oscuro en el camino pedregoso que, bajando a la playa, se deja ver entre el
molino y la alberca.
La palabra rotunda le cuadra como al
infinito, como al mar o como a la soledad… Yo la veía, verano tras verano,
embarrancando despaciosa en la playa de la vejez y sentado bajo ella, cubierto
por sus hojas, abundantes y frescas, pasadas de sol y de humedad, aprendí a
conocerme y a ser yo mismo.
Cuando en
las llegadas al faro, la acariciaba con predilección mal disimulada. Sus ramas,
vencidas por el peso del fruto, me traían el verso a mi alma y la compañía a mi
corazón.
Pasados los años, a veces, se me
presenta en horas de soledad, más generosa y más humana que nunca, para
llamarme a descansar a la paz de su presencia, como el término dulce y deseado
a mi viaje por la vida…
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