HOJAS SUELTAS. DOÑA PEPITA
Dentro de mis HOJAS SUELTAS, hoy recordaré la figura inolvidable que era, para
los niños de otras generaciones, su "primera maestra". Sin sospechar
yo, por entonces, que también sería "maestro" de jóvenes con los que hoy
me cruzo, hombres ya, por las calles y aún me llaman cariñosamente Don
Diego.
Elijo, para acompañar esta hoja suelta y a la que titulo DOÑA PEPITA, la fotografía de la matrícula de mi examen de ingreso.
"A pesar de los muchos años transcurridos, cuando llega hasta mí el olor inconfundible del brasero, que aliviaba las anchas tardes de invierno en nuestro viejo colegio de la calle Aguas, no puedo evitar que mi corazón vuele en la distancia y evoque la dulce figura de Doña Pepita...
Doña
Pepita, era una de aquellas maestras, ancianas ya hacía veinte años,
que hacían de su amor el mejor de los magisterios. Pequeña, algo entrada
en carnes, con su cara de muñeca de aparador, redonda, el color
fortalecido en los pómulos y sus viejas gafas de carey...
Aún
la recuerdo cuando la esperábamos en la esquina del Tupi, junto a la
tintorería, deseando divisarla caminando por la calle de las Señas, para
salirla al encuentro corriendo tan cariñosos como alborozados...
Como
podré olvidar aquella taza de chocolate, con que me obsequió una mañana
de San José, cuando le regalé una caja de bizcochos que mi madre había
comprado en la tienda de Barroso, la misma donde élla me había llevado
como "el niño que mejor
lee de la clase..." y donde quiso el azar que estuviera mi madre, para
premiar la lectura del "Nosotros" ante las parroquianas, con una lágrima
acompañada del dulce gesto de ternura de una madre feliz..."
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