jueves, 18 de febrero de 2016

SERIE ROCIO Y SAIDA EN 39 COLORES NÚM. 1

Ofrezco como inicio de la serie ROCÍO Y SAIDA EN 39 COLORES, este  capítulo de la serie que pretendo continuar de la colaboración de la cámara de ROCÍO ESCUDERO con SAIDA DEL PINO como modelo y el telón de fondo de mis SUEÑOS EN 39 COLORES.
Lo iniciamos con el SUEÑO EN COLOR ESPERANZA. Que disfruteis soñando en colores... 
https://www.facebook.com/MisSuenosEn39Colores/?fref=ts 



"Tenías los ojos entornados, me gustaba contemplarte en ese momento, único e irrepetible en el que, simplemente mirándote a la cara, podía ir leyendo tus pensamientos como si se tratase de las páginas de un cuento, mientras reposabas en tu mecedora. Eran ensoñaciones que fluían con facilidad a través de tu piel, como solo puede hacerlo un arroyo de aguas mansas y transparentes.
Para ti el mundo, tu mundo, limitaba sencillamente con las verjas enrejadas de tus sentimientos mientras que, por sus hierros umbrosos y a modo de cerca, trepaban como verdes esquejes de hiedra todo el torrente de fantasía que atravesaba tu alma, hasta tomar cuerpo en esas maravillosas historias, llenas con el realismo mágico, que siempre mana desde tus entrañas.
Te leía en tu mirada perdida como dentro de tu mundo, todo se venía a medir por normas tan tuyas como caprichosas, esas medidas, Sueño, te venían dadas por los objetos que te rodeaban.

Las luces y las sombras venían a producir cambios sustanciales en la propia naturaleza de ellos. Las estanterías de libros quietos, inmóviles durante los periodos de luz, al oscurecer se abrían, de par en par, para dejar salir a sus personajes que paseaban libremente y de tu mano por las estancias y salones llenos de muebles, fotografías y pesados cortinajes, para vivir sus propias historias de amor, de viajes o de desengaños.
Los retratos de los cuadros, dormidos durante la noche, se estiraban al bañarlos la claridad del día, como buscando prolongar su inmóvil existencia. Algunos se bajaban pesadamente, desde la profundidad de los lienzos, para pasear luciendo sus bastones y sus leontinas a juego con brillantes pasadores de oro. Cómo te encantaba escucharlos, a veces, tú les hablabas para preguntarles por sus vidas y sus historias, historias que llevaban viviendo ocultas entre las paredes de su mundo desde muchos mundos antes de que tú nacieses. El espacio de este universo tan tuyo, de una manera dócil se estiraba, se encogía, agrandaba o disminuía según tus preferencias, siempre guiadas desde tus variables humores…
Cuando más perdida estabas en tus propias ensoñaciones, era el instante feliz en que me acercaba a ti para recorrer desde mis labios la inmensidad de tu piel de olor único e irrepetible, haciendo mías tus historias a través de unos poros abiertos a mi curiosidad, como fuentes de chorros imaginarios. Cuando sentía la cercanía de tu respiración, intuyendo la proximidad de tus labios, te susurraba tiernamente…
“Sueño, cuéntame un cuento”
“¿Cómo lo quieres…?”, me preguntabas pereceando desde la profundidad de tus ojos llenos de cercanía.
Yo soñaba con cubiertas de navíos fluviales y mástiles con banderas amarillas mientras te decía, desde la proximidad de nuestros cuerpos: “Cuéntame un cuento que nunca jamás le hayas contado a nadie.

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