SUEÑO EN COLOR HORTENSIA GALLEGA
Ayer publiqué parte de este sueño de mi libro MIS SUEÑOS EN 39 COLORES en su página de facebook, han dejado comentarios pidiendo poder leerlo completo. Os lo dejo sin cortes. Foto de Jorge Lázaro. Modelo: Natalia Freiso.
XV. SUEÑO EN COLOR HORTENSIA GALLEGA
A veces, no lograba conciliar mi temor a entrar en el
mundo de los sueños con mis deseos de recorrerlo en busca de su olor, su rumor
o, sencillamente, su presencia efervescente. Eran noches de terribles
impaciencias, debatiéndome entre la duda eterna del deseo de encontrarla y mi
injustificado miedo a perderla. Sabía, pensaba y temía que alguna vez mi Sueño
se convertiría, precisamente en lo que era, simplemente un Sueño. Sabía
que esa realidad, conllevaría perderlo,
a él y a la mujer que dulcemente vivía en su interior, envuelta por las nubes
en los 39 colores de mis fantasías mezcladas con los recuerdos…
Para llamar a la puerta de
ese mundo donde buscarla, cerraba los ojos y recordaba la primera vez que nos
amamos, que nos hablamos y que nos miramos. Y lo hacía, evocando en la
distancia unos versos insolentes, como paridos para nosotros, acunados en el Romancero Gitano…
Fue la noche de
Santiago
y casi por compromiso.
Y acaricio la locura de amor que nació aquella
noche estrellada de julio con sabores a noviembre. Por fin, tras años buscándolo,
tenía al Sueño entre mis brazos. Aquel día, lejano en el recuerdo y cercano en
mi corazón, reventó como si el tiempo se hubiese congelado para establecer un
espacio mágico donde solo existiésemos ella y yo. Un espacio sin fronteras, ni
límites, ni reglas, donde evocar apasionadamente la entrada en ese círculo de
ternuras y de amores atravesados.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los
grillos…
Dentro de él, revivo nuestros
besos y recuerdo el descubrimiento de nuestros cuerpos junto al convencimiento
de que aquellos besos con sabor a octubre, eran besos que iban más allá de la
entrega del momento, eran besos eternos, o me lo parecían, sin principio ni final, porque detrás de cada uno estaban nuestras
almas.
En
las últimas esquinas, toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de
pronto, como ramos de jacinto…
Y en la metáfora, preñada de
mariposas gallegas, de su cuerpo lleno de vida y de amores atrasado encontré la
dulzura de unos brazos y de una mirada rebosante de la paz que mi insomnio
esperaba, pacientemente, para poder alejar del corazón las brumas confundidas
entre el deseo de encontrarla y el temor a perderla. Era el instante en que
mirándola a la profundidad, inmensamente verde,
de sus ojos le pedía…
“Cuéntame un
cuento…”
“¿Cómo lo
quieres…?”, me preguntaba dulcemente
Y yo, desde la
compañía entrañable de nuestra bandera amarilla le respondía:”Cuéntame un cuento que no le hayas contado
a nadie…”
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