SUEÑO EN COLOR CEREZA
Os dejo un ampliación de MIS SUEÑOS EN 39 COLORES con el sensual color CEREZA. La foto de Jorge Lázaro
Tenías los labios trémulos y azulados por
la emoción, la boca redonda y absorbente y los míos decididos a poseerte desde
la dulzura confundida con el deseo. Fue un beso largo, profundo, dominador,
dialogante y entregado. Me reconocí a mi mismo que nunca antes había besado
así, con esa eternidad, con esa pérdida de la noción del tiempo. El agua de las
dos bocas se desbordó remontándose hasta el último rincón de nuestros labios
para vaciarse en el otro como un dulce e irrenunciable veneno. Desde la
profundidad del beso, noté en mi espalda un estremecimiento, desconocido hasta
este momento, y que me recorrió los sentidos haciéndome cerrar los ojos para
recrearme en el abandono mutuo de nuestros cuerpos.
Sé que los dos nos sentimos felizmente
vacíos, como si el cuerpo de cada uno se hubiese transmutado al del otro. Sé
que los dos tuvimos la sensación de que ese beso iba a marcar una fecha, para
siempre inolvidable, en nuestras vidas. La seguridad de que después de ese beso
comenzaría una nueva existencia para los dos, de que nunca nos íbamos a lograr
despegar del recuerdo de estos labios posesivos y acariciantes que, por ambas
partes, tenían un marcado sabor a vainilla, limones dulces y canela en una
extraña mezcolanza llenas de voluptuosidades, asechanzas y entrega sin
posibilidad de retorno.
Cuando abrimos los ojos los dos sabíamos
que, mientras nos besábamos, habíamos perdido la posesión de nuestros cuerpos y
el dominio de las voluntades que se habían resignado, ante lo inevitable, como
el náufrago que baja sin resistencia entre las olas con la sensación de no
llegar nunca al fondo.
Cuando salimos de aquellas benditas cuatro
paredes que habían cobijado nuestros gemidos, nuestras ausencias y nuestra
entrega. Cuando volvimos a recibir el soplo de aire fresco de la tarde
y nos miramos, desde la adolescencia que había anidado en nuestros corazones,
te miré, te sonreí, apreté mi mano sobre la tuya, me acerqué hasta tu oído y te
dije con una voz trémula que, a veces, pienso es ajena a mi voluntad…
“Sueño, quiero que, desde el sabor de este
beso, me cuentes un cuento”
“¿Cómo lo quieres…?”, preguntaste desde el
remolino de turbaciones que te invadían tras nuestro primer beso.
Sintiendo más mía
que nunca la bandera amarilla de mi hogar de los sueños, la cubierta del Nueva
Fidelidad, me dejé mecer por el recuerdo dulzón de tus labios y te pedí:
“Cuéntame un cuento lleno de besos que nunca antes hayas entregado a ninguna
boca…
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