lunes, 14 de agosto de 2017

MIS HOJAS SUELTAS, LA FERIA DE LA CINTA

Se acercan las fiestas patronales de la Vigen de la Cinta, en mi niñez se celebraban en la Vega Larga, alargándose hasta la Plaza de Toros con su centro en la Plaza de la Merced. Os dejo una de mis HOJAS SUELTAS recordándola.

LA FERIA… después de los largos veranos y sus interminables tardes, cuando la luz se extendía más allá de las voces de los vendedores de caballas y de las biznagas de jazmín y cuando las Colombinas se perdían en el recuerdo de las calores de Agosto, llegaba Septiembre y los preparativos para las fiestas de La Cinta, la Patrona de Huelva y, además, en nuestro barrio de La Merced.

El ARCO, la entrada al mundo de los festejos, se arrulla en mis recuerdos junto al Colegio, mi colegio de San José y la calle Cala, luego esas imágenes se desperezan y lo situan en la misma esquina de la calle de la abuela María, donde permaneció durante los años de mi infancia y primeros de adolescencia.

Bombillas repintadas artesanalmente como los colores de mis fantasías, los altos postes pintados de azul y blanco y rodeados de guirnaldas vegetales que acababan secas al segundo día de feria. Los Gigantes y Cabezudos de la víspera, cuanta inocencia en la chiquillería mientras corríamos tras ellos… Los puestos desde la esquina de la tienda de Pepe hasta La Merced y lo que hoy es Paseo de la Independencia se abría ante nuestros ojos de niños felices como una avenida al Parnaso de las chucherías, allí se corrían las carreras de cintas en bicicleta, que solía ganar Genaro el del taller y las de camareros, todos uniformados, pantalón negro, chaqueta blanca y su pajarita como era habitual, llevando las bandejas y los frascos de agua que saltaban al compás de sus portadores.

En La Merced, los cacharritos, las voladoras, la grande y la chica, los caballitos junto a la cuesta del Carnicero y en la esquina de Paco Asunto las barquitas que los mayores más atrevidos hacían voltear entre la admiración de los pequeños… Todo el contorno de la plaza rodeado de puestos de bebidas, de algodón rosa, de higos chumbos, de botijos de agua fresca, de gamboas. Como recuerdo el puesto del mudo con escopetas de tiro desviadas y los balines disparados a moros que se escondían tras unas chumberas de lo más africanas. Y los enfermos del Hospital asomados a las ventanas que daban sobre la plaza, en mi calenturienta mente infantil, los internos del Hospital siempre me parecían gente de otro mundo, desde que una vez fui a visitar a alguien, que no recuerdo, y ví las enormes salas llenas de camas alineadas y las monjitas con sus ropas blancas y almidonadas.

Con los años estas fiestas se fueron perdiendo, cayendo paulatinamente en el olvido hasta desaparecer y aunque ahora se hayan recobrado en parte y se dividan entre la Merced y el Santuario, para mí, para el niño rubito siempre bien peinado, las Fiestas de la Cinta permanecerán ancladas, entre mis sueños, junto al ARCO que las anunciaba en la esquina de la calle del medio almú…

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