MI CUADERNO DE BITÁCORA. LA HABANA
La Habana, olores y aromas a tabaco y ron, a sensuales abrazos del
Atlántico y del Caribe, a brisas coloreadas de boleros inolvidables… La Habana, una ciudad donde cada calle, cada rincón, cada
plaza, cada bulevar tiene su propia historia.
Una ciudad con sabor diferente, con una luz distinta, se
diría que en La Habana
no hay ruidos, solo sonidos… Sonidos a
música en cada barecito, en cada casa de
comidas, los paladares, salsas y boleros a cualquier hora del día, sonidos a
viejas radios por las ventanas abiertas de los pisos ruinosos y a voces de
niños jugando, que ya son sonidos olvidados en otras ciudades…
Calle del Obispo, desde el Floridita, el
templo del daiquiri, hasta la Plaza de Armas y su mercado
de libros usados, pasando por Ambos Mundos, una cerveza Bucanero y su piano
siempre acariciando boleros… La Plaza Vieja, con su casa de
Cádiz, pura Andalucía colonial trasladada a través del Océano, la bajada por el
Prado hasta el Malecón lleno de palacetes rezumando historia entre el desgarro
de sus fachadas y el caminar voluptuoso de las habaneras en flor, la alegría
estrecha de la calle Mercaderes o Compostela o San Ignacio… La
Casa de la
Obrapía, impresionante por su belleza y sus patios interiores
totalmente remozados. La Plaza
de la Catedral,
adornada con las cubanas ataviadas para
el turista, enormes puros y suave contoneo de sus caderas… y por el
palacete del Patio, sones, comidas y combinados en un ambiente de hace siglos y,
abrazándola, a la vuelta de la esquina, la Bodeguita del Medio,
icono del buen mojito…
Pasear en coche de caballos desde
el Parque Central hasta el Vedado, pasando por la Habana Centro y el Barrio
Chino, entrar con el por el Cementerio Colón, una obra de arte esculpida en
mármoles, llena de leyendas como la de
Amelia y su tumba rodeada de creyentes, de rituales y de flores frescas, seguir
y tomar un helado en el centro Copelia, con sabores a fresa y chocolate, y un mojito en el jardín del Hotel Nacional,
volcado sobre el Malecón, mientras te cantan boleros a la hora del almuerzo…
Cruzar las avenidas de Miramar y regresar
al bullicio del Parque Central y el Capitolio, copia del de Washington, rodeado
por el antiguo Centro Gallego, hoy Teatro Nacional García Lorca. A su frente los soportales, tras el Centro
Asturiano, fachadas derruidas pero llenas de grandiosidad, la comida en Los
Nardos y el café en la terraza del Hotel Inglaterra, los automóviles de hace
medio siglo con sus imponentes carrocerías y sus colores impecables y gritones
como la propia ciudad, los coco-taxis, las bicicletas para pasajeros, los
coches de caballos...
Pasear por La Cabaña, junto al Morro, en
la otra orilla de la ciudad, llenarte de su atardecer de mil colores que se
esconden tras las lejanas avenidas de Miramar y esperar el cañonazo de las 9
tomando un mojito mientras escuchas, por enésima vez, a grupos que animan todas
las terrazas de la fortaleza donde vivió el Ché… Más
adelante, y en la misma orilla, la
Santería, Guanabacoa, Regla
y su Virgen Negra, la yemayá de los viejos esclavos africanos que escapaban
desde la ciudad, cuanto fervor en los
rezos y las ofrendas y en sus puertas, las viejas descendientes de esos mismos
fugitivos, vestidas de blanco y amarillo, te predicen tu futuro o clavan las
agujas de vudú…
El regreso, acariciado por olores a muelle y
a sal, en las barcazas que se abren
camino por la bahía de La
Habana entre estertores de sus entrañas cansadas de navegar…
Caminar por sus pueblos detenidos desde hace
un siglo… Caibarién, Remedios, su plaza
con dos iglesias y su leyenda de una Virgen aparecida en el mar y rescatada por
pescadores que en noches de luna se cambia de una a otra iglesia, sus casas
restauradas y refulgentes en añil, rosa, amarillo, anaranjado… una gama de
colores que da a Cuba esa sensualidad única de borrachera visual…
Y lo mejor de Cuba…. Sin duda los
cubanos. Soy entrometido, me gusta
caminar por las ciudades, sus calles y sus rincones sin otros consejos que no
sean los de mi guía de viajes y mi instinto, alimentado por la curiosidad,
llamo a cada puerta que me parece interesante y así conocí a Ernesto Canteli, director
de teatro, escritor, poeta, historiador del que me asombro cuando veo quién es
en Wilkipedia… Gracias Ernesto…
amigo, acompañante, guía, cicerone que
me llevó hasta los últimos rincones de La Habana de la mano de su inmensa cultura, que me
recitó versos suyos en la puerta de la Bodeguita del Medio y que me llenó hasta rebosar de
su inmensa sensibilidad. Suerte en la
obra que diriges y estrenas, precisamente hoy 26 de Marzo, en el Teatro
Nacional de Arte Cubano de La
Habana dentro de la Bienal Artística…
Gracias María Victoria a quién encontré tras
la puerta de un despacho en un palacete colonial y a Manolo Fernández,
Directora General y Director de Mercadotecnia respectivamente de la Galería Génesis,
organizadora de la parte pictórica de la Bienal de La Habana que, justo hoy, se inaugura. Gracias por vuestro amable café cubano en tu antedespacho,
gracias por hacernos volver para ver pinturas y esculturas y gracias Manolo, a
ti y a tu esposa Odalys, por abrirnos
por dos noches las puertas de tu casa y disfrutar con las tertulias hasta la
madrugada. Y gracias especiales para la
familia de Alfredín, su esposa Araceli, su deliciosa hija pequeña y su hijo
Raul en Remedios, su generosidad,
acompañándonos y enseñándonos el pueblo, y su cercanía abriéndonos las puertas de su
casa para ofrecernos lo mejor que tenían son ya inolvidables para mis
recuerdos… Y para Yolanda, nieta de santanderina, Directora de la Casa de la Cultura de Remedios y para
Rudy un cochero encantador que nos enseñó el Barrio Chino, la Habana Centro, el Vedado… mientras
piropeaba toda mini falda que se moviese y para Adolfo, sabio taxista, que
escuchaba en su coche música de los H.H. (por Díos…) mientras atravesábamos los
54 kilómetros
de pedraplén que unen Cayo Santa María con Caibarién…
Yo, parafraseando a Carlos Cano, quisiera y me atrevo a decir que “Andalucía es
La Habana con
más salero y La Habana,
Andalucía con más negritos…” Hasta
siempre amigos, que la brisa del
Atlántico os lleve mi recuerdo y mis nostalgias…
Un
fuerte abrazo de vuestro amigo DIEGO
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