MIS SUEÑOS EN 39 COLORES
Vuelvo hoy a las páginas llenas de sensuadad de mis SUEÑOS EN 39 COLORES y lo hago de la mano del Sueño en color TIERRA SEVILLA, con foto de Jorge Lázaro. Diez minutos por favor... Diez minutos pedidos con la visión de fondo del amanecer entre los olivos de la sierra sevillana... Diez minutos por favor...
IX. SUEÑO EN COLOR TIERRA SEVILLA
“Diez minutos,
por favor…” Me decías con la voz borrosa del
despertar. En mi sueños, cuando
recuerdo esos amaneceres entre campos de olivos junto a ELLA, la percibo como la aparición de una imagen, velada
por la semiinconsciencia de las últimas brumas, iniciando el regreso desde un
sueño cargado de deseos y de vagas figuras que resucitan, entre el olor dulce
de nuestra piel, después de una gloriosa noche de amor. Mis caricias eran a
veces trémulas y temblorosas por si ella
no despertaba. Otras, la mayoría,
sensuales buscando lentamente el dulce y tierno resurgir de unos sentidos
puestos a reposar en el fondo de los innumerables abismos hasta donde caíamos
empujados por la pasión que, siempre, acompañaba a nuestro amor.
“Diez minutos, por favor…” Diez minutos que nunca respeté. Sabía que si
te acompañaba en el regreso a la
realidad con caricias suaves, casi perdidas, como besos robados por el viento
de cualquier esquina, tu cuerpo se estremecería como un racimo de uvas en
septiembre. Sabía que si sentías mis dedos seguros caminar sobre una piel, la
tuya, que conocían por haberla recorrido
golosamente durante miles de kilómetros, experimentarías la misma satisfacción
del escenario sobre el que un bailarín danza sin apenas rozar las tablas.
“Diez minutos, por
favor…” Y sonreías con la inocente dulzura de la
hembra hecha mujer que se siente niña al enamorarse en la madurez. Entonces,
lentamente, llena de sensualidad,
comenzabas el regreso hasta mi realidad, una realidad que estallaba entre tus
manos cuando al sentir la quemante fuerza de mi mirada en tu espalda, te
girabas y subías a bordo de la goleta en que viajaríamos juntos…
Zarpábamos apresurados, desde la
calma, para embarrancarnos en las dunas
de la pasión que nos iban rodeando, la nave avanzaba sola, como conociendo el
camino y conociéndonos a nosotros, conociendo nuestras cartas de navegar y la dirección hasta el puerto donde
queríamos varar. Cuando en un último esfuerzo, lleno de ternura, pasión,
cercanía y placer atravesábamos juntos, y a la vez, el rubicón de nuestro amor,
entrábamos plácidamente en un espacio donde
el reloj deja de marcar los minutos.
Allí, cansados, felices,
empapados el uno del otro, los dos cuerpos fundidos en uno solo, yo te miraba
calmosamente a los ojos y te decía…
“Cuéntame un
cuento…”
“¿Cómo lo
quieres…?”, preguntabas felizmente extenuada
Y yo, mirando
con calma mi vieja bandera amarilla, te respondía: Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie…”
1 comentarios:
Esta era la hora mágica en que escuchaba tus programas de Uniradio y, logicamente, tus sueños.
Me siguen emocionando. Deberías animarte a un recital de lectura para que tus seguidoras podamos escucharlo de tu voz como hacíamos en el 103.6 de la FM cada semana.
Un abrazo con noctueridad y, si me lo permites, con alevosía.
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