jueves, 28 de septiembre de 2017

HOJAS SUELTAS

Os dejo uno de los capítulos de mis HOJAS SUELTAS, recuerdos intimistas de mi infancia que me ayudan a recorrer nuevamente los sueños de un niño imaginativo y soñador.




                                                VERANO EN LA VEGA

                         Cuando en los anchos días del estío, llegaba la hora de la siesta, un extraño silencio cubría la penumbra del portal donde hacíamos la vida, en la calle del “medio almú”.   Era ese extraño vacío sonoro que nunca acaba de concretarse, roto en enormes trozos por los grandes ruidos de la Vega que, a su vez, se multiplicaban en pequeñas piezas, por los sones de platos en la cocina, de la jarra en la tinaja o de las puertas de la alacena.

                         Yo me sentaba junto a la rinconera, en la silla baja de aneas, leyendo
 -como siempre-   al compás de mi pródiga fantasía de niño imaginativo y con el silencioso temor de la siesta de mi padre.

                         En aquella penumbra, me entretenía el juego sin  palabras de los rayos de sol que, filtrándose,  entre los deterioros de los tableros de madera que sombreaban la casa, componían curiosas figuras contra la pared.

                         La abuela María, en el umbral infantil de la vejez, no cesaba de pasear con torpeza y decisión mal vencida por los años, pero siempre con el oído presto, para escuchar la voz monótona y cantarina del vendedor ambulante de helados.




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