MI CUADERNO DE BITÁCORA. ABU SIMBEL
EGIPTO, tierra enigmática, objeto
de mis sueños viajeros durante años, había pasado la Nochevieja de 2.004 a bordo del DIAMONT
navegando por el Nilo y estaba programada para el primer día de 2.005 la visita
al templo de ABU SIMBEL, lo haríamos atravesando en autocar los 300 kilómetros que
lo separan de ASSUAM.
Pese a la fiesta de la noche
anterior, salimos a las 4 de la madrugada para tener la oportunidad de
presenciar el amanecer en el desierto NUBIO. El viaje duró aproximadamente unas
3 horas, las autoridades egipcias han trazado una pista, ancha y casi recta a
través del desierto hasta llegar al mencionado templo de ABU SIMBEL, lo hicimos
en caravana siempre precedida y cerrada por vehículos militares como precaución
ante eventuales problemas de seguridad.
De mi idolatrada LAWRENCE DE
ARABIA recordaba las noches estrelladas del desierto… Y QUE ESPECTÁCULO, miles
de estrellas, silencio absoluto (a diferencia de las noches en alta mar) y mi
fantasía que me hacía creer que aquella era mi casa desde siempre. ABDEL, el
guía, me indicó a preguntas mías, que pocas cosas tan bellas en el mundo como
ver amanecer en el desierto NUBIO. Doy fe
de ello…
Tardó un rato en concretarse,
primero fue una banda de mil colores que se extendía sobre un horizonte
interminable luego, cuando estos colores tomaban formas, otras más luminosas
las empujaban hacia el cielo y, de pronto, sin más avisos, comenzó a asomar
entre las dunas un disco naranja, difuso primero, radiante más tarde,
fundiéndose con un cielo azul, absolutamente limpio de nubes que acabó
iluminando todas las gamas inimaginables de colores, suavemente extendidos por
la inmensa paleta ocre del desierto, miré el reloj… eran las 5,28 del primer
día del año 2.005, si esta era una señal. QUE
BUÉN AÑO SERA…
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