COLABORACIONES EN ROSA Y AMARILLO
Nuevamente traigo a mis páginas en rosa y amarillo el regalo de una generosa colaboración de mi buena amiga FELICIDAD BATISTA. Escritora canaria y seguidora habitual del blog.
Os remito a la página del pasado 12 de febrero donde incluía un pequeño resumen sobre su trayectoria literaria. Publica habitualmente en su blog Buenos Aires 1929 café literario del que soy seguidor declarado y del que Felicidad, con su innegable generosidad, me permite pulicar sus relatos. Recomiendo sinceramente una visita a su café literario.
Este de hoy está, como todos los suyos, lleno de esa imaginación que Felicidad pone al servicio de sus palabras para acompañarnos por un camino lleno de sugerencias. Lo acompaño con una excepcional fotografía de Manuel González Flores.
Os remito a la página del pasado 12 de febrero donde incluía un pequeño resumen sobre su trayectoria literaria. Publica habitualmente en su blog Buenos Aires 1929 café literario del que soy seguidor declarado y del que Felicidad, con su innegable generosidad, me permite pulicar sus relatos. Recomiendo sinceramente una visita a su café literario.
Este de hoy está, como todos los suyos, lleno de esa imaginación que Felicidad pone al servicio de sus palabras para acompañarnos por un camino lleno de sugerencias. Lo acompaño con una excepcional fotografía de Manuel González Flores.
Nostalgia
Podía cortar los
días con un cuchillo y seccionar las horas con un bisturí, pero era incapaz de
retener aquellos sonidos. Ni rescatarlos cuando el presente se volvía tedioso.
Un extraño mal
afectaba a algunas mujeres de mi familia. Padecíamos el síndrome del olvido
fragmentario. Mi abuela recordaba el día de su boda pero no con quién se había
casado. La tía Jimena no paraba de preguntar quiénes eran esos niños que
correteaban por la casa. Mamá se fue a
América y nunca regresó porque en su mente naufragó el nombre del puerto
del que zarpó. Mis hermanas Adela y Bony olvidaban sus amores y cambiaban de
amantes en una sucesión interminable.
Mi pasado huyó
por el espejo retrovisor a los treinta años. Conducía por la angosta carretera
flanqueada de eucaliptos y flamboyanes encendidos que llevaba a Bórcor. En la
radio se coló Nostalgias. La melodía
y la letra sonaron como el grito de un bandoneón cuando se abre y cae sin mano
que lo sostenga. La memoria desafinó. Las canciones escalaban a mi oído
solitarias sin nada ni nadie a quien evocar. No hubo aria, bolero o tango que
pudiera enlazar a una mirada, al roce de unos labios, a las sábanas de noches
furtivas, secretas o irrepetibles. Un desierto musical empedró mis recuerdos.
Viajé a Nueva
York porque era la ciudad donde los ruidos no dormían. Las sirenas de bomberos,
policías y ambulancias se mezclaban en un coro que clamaba a distintos ritmos
hasta el amanecer. La repetición de cada noche simulaba memoria. Una tarde en
Bryant Park leí la noticia de un tratamiento experimental para los aquejados
del olvido fragmentario. No tardé en sumarme al proyecto como paciente
voluntaria. En las primeras semanas apenas noté mejoría. Encerrada en una
habitación escuchaba sin cesar relatos de amores rotos, traiciones y, lo más
asombroso, deseos de olvidar. Hasta que en una sesión larga de blues sentí una
punzada en el pecho. Luego fue una opresión y días más tarde una insoportable
tristeza. Al mes, recostada y con los ojos cerrados el tango irrumpió, me rodeó
y sentí sus pasos entrando y saliendo de mi memoria. Entonces sonó Nostalgias y caminé por una calle
mojada. Un aire frío arrastraba a la niebla. Las luces de la noche aún nadaban
en los charcos. Pasé a su lado. Esperaba a alguien delante del Café de la
esquina. Su mirada excavó la mía y los labios prohibidos regresaron para
herirme de nuevo. Un instante donde su aroma a tabaco avivó en mi piel aquellas
horas clandestinas. Y sentí deseos de refugiarme en su cuerpo como un rescoldo
se enciende entre las cenizas. Quise dar la vuelta y romper aquel adiós que nos
dimos. Pero al pasado no se regresa solo se recuerda.
Me había curado
del olvido pero padecería para siempre de nostalgia.
Felicidad Batista
6 comentarios:
Gracias Diego, por tus amables palabras y por el honor de publicarme en tu blog.
Me encanta la fotografía que has elegido para ilustrar el relato.
Muchas agracias, amigo
Preciosa la soltura que con Felcidad nos lleva por el camino de su propa poética.
Un saludo para tí Felicidad y mi más sincera Enhorabuena.
Amiga Felicidad siempre tendras abiertas de par en par las puertas imaginarias de mi blog. Es un honor contar contigo.
Un cercano abrazo.
En nombre de Felicidad, gracias Soñadora, realmente su facilidad para la narrativa es especial.
Saludos.
Muy interesante, ameno y envuelto en aromas mágicos iberoamericanos.
Mi felicitación a la autora y mi saludo para ti Diego.
Besos
Amaya fiel amiga, gracias por tu visita.
Realmente es un relato precioso.
Besos.
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