AL OTRO LADO DEL ESPEJO
Antonia María Peralto no deja de ampliar sus campos artísticos, tras la printura, llegaron el grabado y la cerámica. Ultimamente ha tomado la pluma como expresión de sus inquietudes .
Hoy nos deja este microrelato lleno de sentimientos y nostalgias. Gracias por este paseo por nuestras esquinas en rosa y amarillo.
Hoy nos deja este microrelato lleno de sentimientos y nostalgias. Gracias por este paseo por nuestras esquinas en rosa y amarillo.
AL OTRO LADO DEL ESPEJO
Gerineldo, Gerineldo, mi
caballero florido.
¡Quién te tuviera esta noche, esta noche en mí albedrío!
La mujer entonaba el canto con un
son monocorde, seca y delgada, negro el
vestido, albo el pelo, que amordaza el moño bajo, mece un bebé entre sus
brazos, que llora a intervalos. La niña busca su pecho con su mano gordezuela, lo encuentra seco y
duro, nunca recibió caricia, nunca saltó
alborotado, nunca sintió la pasión, retira la mano busca, calor, vida…pero allí
todo esta muerto.
Desengaño, llanto, rastreo inútil
de noches de blanco manjar, gotero de vida.
De nuevo el llanto se pierde por
la habitación en tinieblas de una casa
que tuvo vida, partos, niños, risas, amor… ahora está deshabitada de sentimientos.
La decadencia es señora, las
cortinas de terciopelo pardas, los muebles átonos y descoloridos, las persianas siempre
bajas para que nadie vislumbre la
intimidad, guerra a la luz.
A las diez se acuesta el rey, a las once está dormido.
A eso de las once y media, Gerineldo en el castillo.
La mujer sigue desgranando las monótonas estrofas, en un
intento vano de calmar a la criatura, acaricia su cabeza hundida, escalofrío,
dolor, el eco del golpe contra el mármol, sigue sonando. Sólo el
cráneo hundido, desde los brazos de la madre hasta el suelo la separaba un piso.
Su andar es torpe, las piernas gruesas, recorre la vasta
casa, hasta que encuentra barreras infranqueables, puertas que no se abren, la
cueva es su refugio, viejo aparador con capacidad para niñas y soperas de
granulado manjar.
Visita corta, la mujer, arreglada como una chica Pin-up, desgrana
sus enfermedades y se marcha pronto.
Los domingos la acompaña el hombre y la joven de uniforme,
Jardines de Murillo, niños, vendedores, gentes vestida de domingo. La muchacha la lleva en sus brazos, caballito del
retratista y luego la vuelta a la casa grande, tristeza, soledad, oscuridad.
¿Quién ha sido el atrevido que en mi palacio ha entrado?
Soy yo señora Gerineldo que vengo a lo prometido.
La mujer intenta calmar su llanto
silencioso, lastimero mientras desgrana la letra lentamente.
Su escapada, termina en la sala
en penumbra, cortinajes que asfixian, los muebles solemnes se le antojan
gigantescos dinosaurios, se refugia tras ellos y la ve, blanca transparente, como la luz que
se filtra entre las cortinas jugando con
las partículas de polvo en suspensión, le sonríe y le tiende las manos, ella
quiere cogerlas pero se le escapan, el rayo de luz resbala entre sus dedos, con
el tiempo aprende a jugar con la sombra, juntas recorren los campos del Edén,
cortan flores en jardines de primavera eterna, o cabalgan sobre el arco iris.
La niña siente sus dulces caricias y se acurruca en sus brazos amorosos que no
quiere abandonar. Pronto le pone nombre a su amiga… abuela.
Quiero estar siempre contigo,
pide la niña. Aún no es tu tiempo, tendrás otros amigos.
Lo ha cogido de la mano y en su cuarto lo ha metido.
Entre caricias y gozos se quedan los dos dormidos.
Y llegó el joven mago, simpático, embaucador de las viejas sombras, juegan con
el tren de cuerda. La máquina, dos vagones y un pequeño recorrido de vías, solo
hay que darle cuerda y corre hacía el país que hay detrás del espejo.
De tierras lejanas, llegó una
mujer, piel cobriza. El joven empeñó su voluntad con la extranjera, las cartas
de ultramar lo reclaman y el decide marchar. .
Monstruo de vapor, humo y carbón
que le mancha la cara, es su primer tren de verdad. La oruga comienza a caminar lentamente, el paisaje, pasa por la
ventanilla como una película en technicolor en dirección al puerto
fenicio y milenario, cruce de culturas y
puerta de salida hacía el nuevo Mundo, sabor a sal y vientos de levante.
El barco de vapor emprende la
larga travesía, la niña se desespera y llora en el muelle, más tarde en la
playa solo lo divisa lejos muy lejos, dolor, lo añora durante siete años.
Cuando le anuncian su regreso salta de alegría como una novia enamorada, se engalana
con los pendientes que él le regaló a
pesar de los surcos sangrientos de su lóbulo. No reconoce al que vuelve, su
indiferencia es más lacerante que la herida. ¿Dónde estás? ¿Qué fue del compañero de juegos? Sintió
frío, mucho frío donde antes había tan cálidos recuerdos. Nunca más usó los
pendientes y dejo que las heridas cicatrizaran, lentamente, con el tiempo.
Adiós mago, adiós, ¡No te
conozco! Nunca más pasaremos detrás del espejo.
4 comentarios:
Hermoso relato. Felicidades a la autora y gracias a tí por compartirlo.
Felices Fiestas en rosa y amarillo
Enhorabuena, seguramente el relato tiene connotaciones personales que la autora ha llenado de emociones.
Felices Fiestas.
Bonita reflexión. Felicidades a la autora y a tí gracias por compartirlo.
Abrazos.
Anónima, Amiga y Amaya, gracias por vuestra visita.
Feliz año 2015, siempre en rosa y amarillo.
Un abrazo muy cercano.
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