HOJAS SUELTAS
Con este nombre: HOJAS SUELTAS, escribí hace años relatos cortos sobre mis recuedos de infancia: La Vega, La
Fuente de las Naciones, el Muelle y, sobre todo, El Faro del Picacho, donde
visitaba a la abuela Milagros en los años en que era una auténtica aventura
recorrer los 20 kilómetros que lo separaban de Huelva... Claro que entonces no existía el puente de la Punta del Sebo, ni la carretera de
Mazagon, ni tantas otras cosas... A veces debíamos hacer noche en Palos,
en la casa familiar, para proseguir al día siguiente hasta la incipiente
Mazagón. Que aventura ir a visitar a la abuela...
Allí, en el faro estaba, y está, mi vieja y amada MORERA,
muriendo lentamente, asfixiada por moles de cemento, ruido de coches y
músicas gritonas, pero para mí siempre será mi morera, la que me vió
crecer, soñar y la misma que llenó de consuelo muchos de mis atardeceres de
adolescente solitario y soñador.
Esta
vieja fotografía es de la época en que al faro y a la morera solo los
rodeaban un inmenso mar de pinos que se apretujaban con la linea cercana
del mar, un mar al que tantos años iluminó mi querido faro en noches de
calma o madrugadas de tormentas. Os dejo estas frases llenas de añoranzas
y escritas hace más de 30 años...
LA MORERA
Cerca del
faro, una sola morera, vieja y rotunda, pone la sombra fresca de su verde
oscuro en el camino pedregoso que, bajando a la playa, se deja ver entre el
molino y la alberca.
La palabra rotunda le cuadra como al
infinito, como al mar o como a la soledad… Yo la veía, verano tras verano,
embarrancando despaciosa en la playa de la vejez y sentado bajo ella, cubierto
por sus hojas, abundantes y frescas, pasadas de sol y de humedad, aprendí a
conocerme y a ser yo mismo.
Cuando en
las llegadas al faro, la acariciaba con predilección mal disimulada sus ramas, vencidas por el peso del fruto,
me traían el verso a mi alma y la compañía a mi corazón.
Pasados
los años… A veces, se me presenta en
horas de soledad, más generosa y más humana que nunca, para llamarme a
descansar a la paz de su presencia, como el término dulce y deseado a mi viaje
por la vida…
19 comentarios:
Que hermosos recuerdos. Un maravilloso paisaje ganado por el ladrillo y perdido para los pinares.
La pobre morera subsiste como puede. No la olvides. Besos.
Diego, hermosas pinceladas que trazas con el verbo poético de esa viajera sentimental que es la nostalgia.
Imágenes que pintas con las palabras que surgen de los recuerdos que trenzan las emociones que nos transmites.
Gracias por este paseo y por mostrarnos un lugar tan especial.
Un abrazo
PD: También he recibido ese correo a tu nombre. Gracias por avisar
Cristina me duele el alma cada vez que paso cerca del faro. Por eso procuro no ir por allí.
Un gran abrazo amiga.
Amiga Felicidad no sé si será una buena cosa... Pero la nostalgia es inevitablemente una de mis habituales compañeras de viaje.
No imaginas lo que supuso esa morera en mi adolescencia y lo que sigue significando cuando vuelvo la vista atrás.
Ya iré colgando otras pinceladas de esas HOJAS SUELTAS de mi juventud.
Espero que estés perfecta. Un abrazo
Preciso relato, como se van perdiendo los recuerdos de juventud en las brumas de la modernidad.
Cuando vuelva a Mazagón pasaré a darle recuerdos tuyos.
Besos
Gracias Amaya, siemrpe tu visita amable y cercana.
Un abrazo amiga.
Una prueba exitosa María José. Como verás ha quedado marcado tu paso el blog. Gracias.
Es un placer volver a leerte
tras el descanso,
recuperar la rutina,
un abrazo
El placer es mío María Teresa, poeta de ensoñaciones llenas de vida.
Siempre serás bien recibida por mis rincones en rosa y amarillo.
Un abrazo
Magnifica foto de un paisaje ya desaparecido.
No me extraña tu nostalgia.
Un abrazo
Siempre invitas a soñar con tus relatos Diego.
Debistes ser un niño muy imaginativo. Un abrazo
Gracias por tu visita Alicia.
Un abrazo
Lo fuí SOÑADORA y lo sigo siendo desde mis recuerdos de niño grande.
Un abrazo y gracias por tu fidelidad.
Tu relato me llevó a mis recuerdos, cuando era niña y volvía de la escuela era un ritual pararnos (mis amigos y yo) a comer moras de los árboles que había a la vuelta de mi casa, eso sí era a escondidas de nuestros padres que no lo aprobaban porque , claro, era mediodía, sol de verano a pleno y obvio, posibilidad de indigestión. De todas maneras esa circunstancia nunca nos impidió saborear esos manjares dulces, casi prohibidos.
No había faro en ese lugar, lo hubiera hecho perfecto, será porque me encantan?
Saudades Diego, nostalgias de otros tiempos.
Abrazos y disfruté mucho volver a leerte, un placer.
REM
Hola Diego, hermosos recuerdos del rosa al amarillo. Que bello es caminar `por tus letras que me llenan de colores el alma que en la distancia te recuerda y no te olvida. Cuidate mucho amigo.
Gracias por tu visita REM, ahora con el invierno en tu querida Argentina seguramente no podrías comer moras, pero si disfrutar de las moreras.
Ese faro es depositario de docenas de recuerdos de mi primera juventud.
Un placer leerte y poder visitarte amiga.
Un cercano abrazo.
Mi querida amiga Sandra, me llenan de recuerdos tus comentarios. Siempre evoco que fuiste la primera visita que recibí, hace años, en el blog desde fuera de España. Tu amado México.
Un gran abrazo
Recuerdos llenos de vida, que me conmueven hasta el tuetano, estimado amigo. Un abrazo.
°♥° °♥° °♥° °♥° °♥°
*˛˚ღ •˚ ˚˚ ✰* ★
˚. ★ *˛ ˚♥* ✰
Carolina querida amiga, notaba tu falta. Acaso el frio de tu invierno argentino te tiene hibernando.
No nos prives de tu maravillosa escritura.
Mil gracias por tu visita. Besos.
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