Hoy, repasando viejas entradas del blog, he recordado cuando publicaba en UNIRADIO, dentro del programa "Del rosa al amarillo", mis SUEÑOS EN 39 COLORES. El primero de todos ellos fue este en color SEPIA y el primer comentario lo firmaba Sara Losada, después los sueños fueron a devenir en mi tercer libro, pero en el recuerdo siempre quedará el nombre de la primera persona que hizo un comentario sobre MIS SUEÑOS,
En ese recuerdo de los mensajes, que viajaban dentro de botellas abandonadas en el mar de las ondas radiofónicas, quiero dejar hoy MI SUEÑO EN COLOR SEPIA... Con foto de Jorge Lázaro
Te
quitabas el lazo de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un
rincón tu amplia falda de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te
retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y reías. Estábamos tan
cercanos que no podíamos ni vernos, los dos absortos en un rito que
pretendíamos eterno y resultaba efímero pero repetible, envueltos en el calor y
el olor que creábamos juntos.
Me abría paso por tus caminos del alma.
Mis manos buscaban por tu cintura temblorosa y encontraban las tuyas
impacientes para recorrer juntas los caminos interminables de los sueños
compartidos. Te deslizabas, me
recorrías, me trepabas, me envolvías con tu presencia mientras me decías mil
veces: “ven” con tus labios posados sobre los míos.
En el instante final teníamos un atisbo
de una completa soledad, disfrutada a partes iguales, cada uno perdido en su
quemante abismo, pero gozando de un horizonte compartido donde pronto
resucitábamos desde el otro lado del fuego, para descubrirnos abrazados en el
desorden de los inmensos almohadones, bajo el mosquitero blanco de nuestros
sueños.
Yo te apartaba el cabello para mirarte a
los ojos del alma, unas veces sonreías mientras los entornabas y otras te
sentabas a mi lado. Las piernas recogidas con una gracia innata que oscilaba
entre la inocencia y la provocación, te gustaba pasarte el chal de
transparencias entre un hombro y tus pechos que sonreían tras las proposiciones
indecentes y mágicas del tejido y, todo esto, lo hacías rodeada del silencio de
la noche que apenas comenzaba.
Así te recuerdo…en una calma, mezcla de extenuación y de deseo renovado…
Yo entonces te miraba, perdiéndome en la
profundidad de tus ojos claros, y te decía
“Cuéntame un cuento”
“¿Cómo lo quieres…?” me preguntabas
Y yo, izando una imaginaria bandera
amarilla, te respondía: “Cuéntame un
cuento que no le hayas contado a nadie…”
Ese comentario decía así..."Una delicia apartar un mechón del
cabello para leer en los ojos de quién posee la sensibilidad que tu
tienes Diego. Porque si hay un color que define los sentimientos ese es
el SEPIA sin duda. Gracias por el regalo."