viernes, 21 de junio de 2019

MIS SUEÑOS EN 39 COLORES 1

De mi libro MIS SUEÑOS EN 39 COLORES. La foto que ilustra el sueño la saqué en el Oceanario de Lisboa. Me encanta, pero aún no sé como pudo salir cuando sólo miré y apreté.




Un fragmento de uno de los sueños que componen el libro...

"Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos del alma, unas veces sonreías mientras los entornabas y otras te sentabas a mi lado. Las piernas recogidas con una gracia innata que oscilaba entre la inocencia y la provocación, gustabas de pasarte tu chal de transparencias entre un hombro y tus pechos que sonreían tras las proposiciones indecentes y mágicas del tejido y, todo esto, lo hacías rodeada del silencio de la noche que apenas comenzaba...

martes, 18 de junio de 2019

POETAS DE HUELVA POR LA PAZ

Os dejo una lectura mía en el Casino de Trigueros dentro del grupo de Poetas de Huelva por la Paz".
Un rechazo a la guerra y, sobre todo, sus efectos sobre los más indefensos: Los niños.


REFLEXIONES POR Y PARA LA PAZ

PAZ…  Que tres letras tan llenas de serenidad, de calma, de sueños, de proyectos, de sonrisas, de manos tendidas y brazos abiertos…

Desde las letras, sin más armas que nuestra palabra, os censuramos: Gobiernos que alentáis el negocio de fabricar armas,  gobernantes que provocáis la desolación, el destierro, la destrucción y también censuramos a  los falsos creyentes que, en nombre de inconfesables ideas, hacen de la destrucción y el dolor su bandera.

Desde la palabra, queremos llenar de ramas de olivo las bocas de las armas productoras de muertes.

Desde la palabra, reivindicamos la sonrisa inocentes de niños que, o no recuerdan sonreír, o simplemente nunca lo han sabido.

Desde la palabra, elevamos nuestras letras hasta abrazar esa paloma blanca que pedimos vuelva a volar sin fronteras.

Malditas guerras

Y mientras, los políticos sonríen o firman tratados. Y mientras,  en el mundo las diferencias se agrandan entre Norte y Sur, las  malditas guerras llenan de dolor a millones de personas, se fabrican armas en lugar de vacunas, nos duelen nombres como América Latina, África, India,  Siria o vemos como miles de personas mueren cada año en el intento desesperado de encontrar un mundo mejor, pateras, balsas… Más víctimas indefensas que huyen de la guerra, de sus horrores y de sus compañeros de viaje: Hambre, dolor, lágrimas, desolación…

Dios, Dioses… ¿como podéis permanecer indiferentes ante tanto dolor, tanto caos, tanta infelicidad…? Niños de ojos apagados, madres de pechos secos, hombres sin lágrimas…

Y a los políticos… Les pregunto: ¿Dónde andas 0,7%? ¿Dónde andas que te buscan niños de mirada perdida, mujeres desvalidas, hombres desarrapados, campos sin florecer?. ¿Dónde andas 0,7 que no oyes los llantos  de gente que, sin distinción de sexo, edad o nacionalidad, son sufridores del desatino de decisiones tomadas en enmoquetados despachos sin corazón?
  
Desde la palabra queremos pedir: GENEROSIDAD frente al EGOISMO

SONRISAS frente  a las LÁGRIMAS

PALOMAS Y OLIVOS frente a las ARMAS

PUERTAS ABIERTAS frente a HORIZONTES CERRADOS

PAZ frente a la GUERRA…!!!



sábado, 8 de junio de 2019

CUENTO PACIFISTA

Ayer os dejé la introducción de este cuento pacifista que escribí una noche de guardia en el Penal Militar del Castillo de Santa Catalina. Mejo leéis la entrada de ayer donde explico las circunstancias que rodearon la creación de este relato. Foto de Jorge Lázaro



        El soldado estaba con todos sus músculos en tensión, detrás de su rostro juvenil casi desprovisto de barba, se adivinaba toda la fuerza desgarrada que produce el miedo, aquella tarde había sido especialmente dura, los paramilitares se habían batido con una tenacidad poco acostumbrada.   El había sido llamado al ejército y preparado para la campaña, pero aquellas luchas callejeras tenían el poder de agotar su sistema nervioso.  El era inglés y sentía el problema de los irlandeses como algo próximo y distante a la vez.  Sabía que existía, pero siempre se le había antojado muy lejano, nunca pensó que tendría abandonar su hogar recién fundado para patrullar, siempre lleno de miedo y de incertidumbre, por las angostas calles del Belfast.


          Ahora seguía literalmente abrazado a su MX-25, protegido tras la esquina, al fondo de la que habían logrado aislar a un grupo de provisionales del IRA, de vez en vez, como baladas de tristeza,  sonaban disparos espaciados, secos y lejanos, era el canto triste y, posiblemente equivocado, de un pueblo que decía luchar por sus tierras, sus tradiciones y su libertad.  Y el,  que siempre había juzgado a los irlandeses con la dureza que impone la lejanía, ahora comenzaba a entenderlos tras contemplarlos luchar, entregarse, sufrir y hasta morir por unos ideales que, acertados o no, en su fondo y en sus formas, eran los suyos.  Y volvía a pensar que, pese a todo, Irlanda y el Reino Unido le importaban menos de lo que creía y que, en lo que realmente pensaba, era en su joven esposa, en el hijo que iba a nacer lejos de él, en su familia, en sus amigos, en casa, su entorno…

         Tras estos momentos de calma que le habían permitido aislarse de la inmediatez, una ráfaga seca y un grito de dolor le devolvió a la realidad, el jefe del pelotón le hacía señas de que cubriese la arcada del fondo, de una de las barricadas, y como consecuencia del fuego cruzado, aparecía fuera del ángulo protegido, medio cuerpo de uno de los guerrilleros, seguramente herido en el cruce de disparos.  Con el corazón latiéndole profundamente, levantó su arma y paseo la mira telescópica por el pavimento hasta llegar a los sacos de la barricada, luego giró para enfocar el cuerpo del herido…   Despacio…     Muy despacio…     Subió el visor hasta centrarlo en su cara…   Era casi tanto, o quizás más joven que el, sentía que las sienes le ardían, no tenía conciencia de haber quitado ninguna vida. Solo veía al muchacho agitarse convulsamente, sin duda gravemente herido por algún proyectil…   Estaba el campo de tiro tan cubierto por su patrulla que los compañeros del caído no parecían tener posibilidad de prestarle ayuda. Rogaba con todas sus fuerzas no verse precisado, precisamente a él, a tener que disparar sobre alguien indefenso.

           De pronto fue como una sombra, el instinto le hizo girar el visor a su derecha y encontrarse con un bulto humano que, velozmente, trataba de auxiliar desesperadamente al herido, cruzaba desde algún refugio hasta la aislada barricada.   Por un reflejo instintivo le dio el ALTO!  La figura se detuvo en ese segundo eterno del que pierde la carta a la que se lo jugaba todo…     

           El hombre levantó el brazo hacia el rostro en un gesto instintivo, fue entonces todo de una rapidez inusitada, algo metálico le brilló en la mano al recibir el reflejo de alguna luz o quizás de la luna.   Sin duda un arma, fue solo una fracción de segundo, luego apretó repetidas veces su dedo índice, hasta que la figura cayó con un lamento lastimero y un gesto cálido de autoprotección.    A sus disparos siguieron algunos más y luego el silencio.  Un silencio pesado, hueco, húmedo, vacío…    Un silencio tan tremendamente sonoro como el más ensordecedor de los ruidos.

Pasaron unos minutos de calma absoluta, eternos, anchos…    Luego sonó la voz de avanzar hasta la abandonada barricada, recorrió los metros que le separaban de su primer muerto de guerra, caminaba con el firme propósito de pasar de largo, no quería recordar la mueca que, sin duda, desfiguraría el rostro del guerrillero, conforme iba avanzando, su imaginación aliada con su alma, iba tejiendo mil vestiduras para el pesado cuerpo que le ahogaba  la conciencia.  Pensaba que así era la guerra.  O tú o tu enemigo, pensaba que solo había disparado al ver el arma en la mano del caído.       Había sido un acto reflejo, resultante de unas circunstancias que se le escapaban a su libre albedrío.

Lo primero que le extrañó fue el atuendo oscuro del caído, negro cuando se acercó.  Lo que comenzó por una sospecha,  se le acabó por confirmar con todo el peso de  la certeza ante sus acongojados ojos,  desmesuradamente  abiertos a la extrema dureza de la realidad.  Con el aire faltándole en sus pulmones y unas gruesas gotas de sudor resbalándole por el rostro, se agachó lentamente hasta el caído, apartó sus manos dejando al descubierto un traje gris oscuro y el alzacuellos  blanco…   Era un sacerdote.

Con la cabeza dándole vueltas y la mirada falta de fijeza, abrió el puño, crispadamente cerrado del caído, para volver a  ver, nuevamente, el brillo metálico que le había hecho disparar…    Se encontró, no con un arma de guerra sino, muy por el contrario, con un símbolo universal de amor, de paz, de concordia, de perdón.   Eran la PAZ Y LA HERMANDAD hermanadas en un viejo crucifijo…


 Levantó los ojos y se cruzó con la mirada cálida del jovencísimo, casi niño, guerrillero irlandés.    Con gran esfuerzo arrancó de la crispación de la muerte del sacerdote el crucifijo y lo alargó hasta el muchacho moribundo, percibiendo a la vez que la cálida sonrisa del joven,  un asco tremendo que le hizo levantar la frente hasta la estrellada noche irlandesa. seguramente queriendo robar alguna luz  para la oscuridad que acababa de producirse en su alma…

Cádiz, marzo 1966. En el Penal Militar del Castillo de Santa Catalina.

     


viernes, 7 de junio de 2019

PREÁMBULO A UN CUENTO PACIFISTA

En la calma casi veraniega de Azahar, dedico mi tiempo a ordenar archivos y me encuentro este CUENTO PACIFISTA, me ha encantad volver a leerlo en condiciones tan distintas a las que me rodeaban cuando lo escribí hace nada más y nada menos que 53 años.
Os lo dejo en dos entregas, hoy esta introducción y mañana el cuento en sí.



           Reescribo estas líneas en Agosto de 2.008 dentro de mi afán por recuperar cuantos manuscritos encuentre entre mis archivos, varios de hace 40 años, algunos a mano y la mayoría cuidadosamente materializados en una pequeña máquina de escribir portátil Olivetti 

              Este que me ocupa vio la luz en Marzo de 1966, me encontraba en Cádiz prestando mi servicio militar en el Regimiento Mixto de Artillería número 4, unidad a la que correspondía en días alternos la guardia y custodia del penal militar de Santa Catalina y allí, rodeado del Atlántico, las noches de invierno se hacían duras y, sobre todo largas, la mayoría de los reclusos eran miembros de los Testigos de Jehová, chicos en edad militar que, por entonces, se negaban a cumplir sus deberes con le Ejército  con la consecuencia inmediata, de su encarcelamiento por una cantidad tremenda de años, hasta 20,  al ser un delito continuado de negativa a su incorporación a filas.

              Conocí a algunos, charlaba con ellos y fue germinando dentro de mí un cierto aire de respeto a su postura desde la mía de aceptado cumplimiento de los deberes con la Patria.        Decidí una madrugada, cuando el sueño se hace difícil en los cuerpos de retenes, entre guardia y guardia, tomar papel y bolígrafo y plasmar este cuento de corte pacifista que, trasladado al papel en las viejas máquinas de Contaduría de la Plana Mayor  envié, entre otros escritos, a mi amigo José Mª Segovia por entonces Redactor Jefe del diario ODIEL de Huelva para su publicación, cosa que amablemente hizo en aquellos mismos días.

            Pasaron los años y decidí pasar la vieja copia de papel de calco Carboplán a los nuevos folios producto de las virtudes de la antes mencionada máquina portátil Olivetti y… ¿saben que día y a que hora estaba yo copiando este cuento pacifista…?    Pues en la tarde del LUNES 23 DE FEBRERO DE 1981, sonó el teléfono en casa y era mi querido y hoy desaparecido amigo Joaquín Fernández… ¿ “Diego, escuchas la radio…?  Y ante mi negativa, me dijo que un Teniente Coronel de la Guardia Civil, llamado Tejero,  había tomado el Congreso de los Diputados en un intento de golpe de estado…     Mi relato me pareció entonces  una paradoja cuando solo era una coincidencia con uno de los días más tristes de nuestra joven democracia.

MAÑANA EL RELATO...