Como os había anunciado abrimos las páginas del blog a una escritora que posee en su pluma la virtud de lograr que el lector se empape con sus propuestas y las siga con complicidad. FELICIDAD BATISTA.Licenciada en Geografía e Historia en la especialidad de Historia del Arte. Titulada Superior-Bibliotecaria de la Biblioteca de Presidencia del Gobierno de Canarias.Ha publicado en la revista digital Letralia, Tierra de Letras que se edita en Venezuela; en el número 3 de la revista literaria Entropía; en El Desván de las Palabras; relato seleccionado y publicado en el libro digital colectivo Poética del reflejo: 15 años de la Revista Letralia, Tierra de Letras; en el libro El vientre de una pasa y otros relatos. Artículos en prensa y en páginas web. Participa en la Fundación Literaria Argentina Internacional
Finalista del II Concurso Relato Corto Mujeresisla, organizado por el Cabildo Insular de La Gomera con el relato La atormentada vida de Martina Darias.
Publica habitualmente en su blog Buenos Aires 1929 Café Literario.
Os dejo de su mano...

La viajera del invierno
"Las tinieblas bajaban de los sueños y anegaban el camarote. Eso pensé, cuando abrí los ojos e intenté ver como la noche invernal se adentraba a duras penas por el borroso ojo de buey. Se colaba en láminas pardas y alargadas por el suelo, deteniéndose en la punta de mis zapatos. Di un salto, me cubrí con un chal y subí a cubierta. Solo algunos miembros de la tripulación parecían atareados en preparar el atraque. La señal del faro agonizaba entre la niebla en el primer cabo de la isla. El murmullo del mar nacía en la popa y se expandía a babor y a estribor. El viento traía gotas saladas y en la lejanía oscura brotaban desvaídos lunares de luz. Me dijeron que en pocos minutos arribaríamos a mi puerto de destino. La noche ocupaba el pantalán y yo era la única viajera que bajaba en Bórcor del Sur. ¿Nadie sube? pregunté. Aquí no recogemos pasaje.
Arrastré la maleta buscando una cabina iluminada, una oficina de la terminal o cualquier viandante que me informara dónde tomar un taxi o un vehículo de alquiler. Solo el rugido del barco alejándose me acompañaba. Llegué a una calle empinada de adoquines resbaladizos. Anduve bajo las farolas cubiertas de una espesa niebla salada. Los portones cerrados, las ventanas opacas, las plazas habitadas por demacrados bustos insignes. Las calles estrechas que conducían a callejones retorcidos, casi venecianos. Aunque el pueblo era pequeño no encontraba la Pensión del Pelícano Negro.
La madrugada se había apostado sobre mi espalda y temblaba acosada por el aire marino. Terminé sentándome bajo un laurel de indias que braceaba sus ramas. Las hojas parecían balar más que arrullarse mientras desprendían una llovizna grisácea. Dudé si era la isla donde debía calmar las heridas de sus pobladores como la enfermera que necesita curar también las suyas. Entre el graznido del aire sobre mi cabeza creí escuchar unos pasos arrastrándose en mi dirección. Me giré y adiviné una sombra detrás del árbol. Has vuelto otra vez, me gritó. Me acerqué. Puede decirme dónde está la Pensión… Todos se han marchado. ¿Adónde? Nos avisaron que llegabas en el barco de las doce como cada enero. Yo me quedé a esperarte porque tengo hijos pescando en la mar.
La anciana cubierta por una capa blanca pasó delante de mí sin detenerse. La seguí y vi que cruzó una verja entreabierta. Cuando estaba a punto de franquearla, ella se volvió, no es necesario que entres al cementerio, me llevas a mí. Ya has cumplido tu misión, ahora no regreses más hasta el próximo invierno."
Espero que haya sido de vuestro agrado. Un abrazo
DIEGO
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